viernes, 16 de enero de 2009

El tiempo de los mitos y los dioses

Ya entrado el siglo XX, mientras un horror más latente se desataba con el advenimiento de las dos guerras mundiales, aparecieron autores que se consagraron como autoridades del género explorando nuevos campos, entreviendo en las mitologías nórdicas y celtas, en los aquelarres de la edad media, en la misma naturaleza, pánicos y terrores nunca antes vistos, o por lo menos nunca antes trabajados a la manera como lo consiguieron.

Cabe comenzar con un autor que si bien, no es recordado como autor de cuentos de horror, si es uno de los escritores imprescindibles de la literatura fantástica, el cual dejó un influjo notable en autores como Lovecraft o Tolkien. Edward John Moreton Drax Plunkett, XVIII Barón de Dunsany más conocido como Lord Dunsany (1878-1957) marcaría profusamente, siguiendo la línea de Swift y Defoe, con una brillante inventiva fantástica las letras irlandesas e inglesas. Admirado por Borges, este escritor cultivó en una prosa impecable relatos de corte maravilloso, donde las tradiciones populares y ancestrales, la mitología celta, el exotismo oriental -que tanto lo marcó en sus viajes por ese lado del mundo-, se mezclan oníricamente en mundos apócrifos, llenos de dioses y seres prodigiosos. La poesía, la mitología, la aventura, la excéntrica geografía de países insólitos son rasgos inefables de las narraciones de este autor que se destacó por demás en varios campos como el ajedrez, la caza o la guerra; aunque si de horror se trata, podemos sugerir un relato hondamente escabroso llamado Los fantasmas, en el cual la razón se enfrenta a unas retorcidas criaturas espectrales que representan los austeros pecados del hombre.

Esta tradición de buscar lo oscuro en las distintas mitologías la labró igualmente el ingles Arthur Machen (1863-1947), abordando la perversidad de las culturas antiguas como los celtas y romanos, llegando a desarrollar relatos supremamente pavorosos y apasionantes como El gran Dios Pan o Los seres invisibles; en intrincadas historias, algunas de corte policial que nos recuerdan a Robert Louís Stevenson, Machen trabaja el terror desde los cultos y religiones antiguas, los aquelarres medievales y los seres malignos que se adoraban en ellos. La realidad se afrenta a mundos paralelos dominados por seres misteriosos que pervierten o sugestionan terriblemente a los personajes que descubren y tiene contacto con estos mundos. Su novela Los tres impostores es una excepcional ficción de corte policial donde se cuentan diversas historias de tramas fantásticas y de terror a las que finalmente les encontramos un hilo conductor desconcertante; de estas historias, quizá la más famosa es El polvo blanco, una sustancia usada en los aquelarres medievales que sirvió a brujos y sacerdotes para poder visualizar y realizar horrendas imprecaciones y conjuros, que le llega por casualidad a un aplicado joven estudiante de leyes que termina por convierte en un ser monstruoso gracias a la influencia de este extraño polvo, recordándonos nuevamente al doctor Jekill y su parte oscura Mister Hyde.

En una autobiografía titulada Algunas notas sobre algo que no existe, fechada el 23 de noviembre de 1933, que escribió Howard Phillips Lovecraft para la revista Weird Tales pero que nunca vio la luz sino hasta muchos años después, podemos leer tajantemente como frase final: “(…)El mejor cuento fantástico jamás escrito es probablemente «The Willows» [Los sauces] de Algernon Blackwood.” No es infundado. El prolífico y genial Algernon Henry Blackwood (1869-1951), es autor de varios de los mejores cuentos fantásticos y de terror de todos los tiempos. Nacido en Shooter's Hill, hoy parte de Londres, desempeño durante el largo de su vida diversos oficios que variaron desde aventurero y buscador de oro, hasta granjero y reportero, en los que casi todos fracasó. Vivió una larga temporada en Norteamérica para finalmente regresar a Inglaterra y vincularse con la famosa secta Golden Dawn, de la cual hicieron parte Arthur Machen, William Butler Yeats, Gustav Meyrink, entre otros -sin poder dejar de mencionar al polémico Alesister Crowley-, con lo cual Blackwood se convirtió en escritor de cuentos de terror. Sus relatos nos envuelven en un aire de misterio demostrando con suprema maestría que la naturaleza también tiene sus horrores. Espíritus cósmicos, fantasmas ancestrales, leyendas aborígenes, rigen sus narraciones marcadas por la imaginación, el pánico y el miedo que son llevados a sus grados más agudos y penetrantes. Los parajes agrestes y apartados del Canadá y del Danubio le valieron para escribir dos de las narraciones mejor logradas y espectrales de la historia de la literatura: The willous o Los Sauces y The Wendigo.

En Los sauces vemos la historia de dos aventureros que se avecinan en las salvajes entrañas del Danubio, conformado por variables y terribles corrientes que rodean islotes que son gobernados abruptamente por arbustos o sauces; los aventureros se ven obligados a acampar en una de estas islas sin saber que están invadiendo un espacio que no les pertenece y sin saber que deberán enfrentarse a ciertos e inesperados horrores cósmicos. Los sauces cobrarán la osadía de haber invadido su territorio. En El Wendigo, Balckwood retrata una antigua leyenda de los indios Piel roja del Canadá sobre un ser sobrenatural que gobierna los bosques más apartados e inhabitados de estas tierras. El Wendigo es un monstruo que aparte de horrorizar con su temible presencia, suele instigar a los hombres y llevarlos a la locura. Apartes de este cuento fueron de inspiración para ambientar la famosa película El proyecto de la bruja de Blair. La sagacidad para describir los ambientes naturales, el terror psicológico de sus personajes, la soledad y la consternación de enfrentarse a la naturaleza imperante, se propagan increíblemente en estos relatos, dejando claro que Algernon Balckwood será eternamente el maestro indiscutible del horror cósmico de la naturaleza. Así mismo, a Blackwood lo recordamos por ser creador de uno de los primeros detectives literarios de lo sobrenatural: Jhon Salence, que siempre nos envuelve en un aire de misterios.

Nos avecinábamos a la época dorada del terror, es en esta primera mitad del siglo XX donde se consuma y se profesionaliza por primera vez el cuento de horror; sumados a estos prolíficos escritores encontramos otros autores que tomaron posición y aportaron otros rasgos a este tipo de relatos.

Es el erudito Montague Rhodes James (1862-1936) lleva todo su conocimiento arqueológico a sus cuentos logrando esquematizar la literatura de fantasmas que no tenia un buen representante desde Le Fanu; anticuario y medievalista, sus relatos de horror como El tesoro del Abad Thomas, El Maleficio de las Runas, El conde Magnus, El libro del canon Albérico, anteceden las famosas películas de Indiana Jones. De él escribió Lovecraft: “El espectro habitual de M.R. James es delgado, enano y peludo: una abominación perezosa e informal de la noche, a medio camino entre la bestia y el hombre... este espectro tiene una constitución de lo más excéntrica: es un rollo de franela con ojos de araña, o una entidad invisible modelada con las ropas de una cama cuyo rostro lo forma una sábana arrugada".

Cabe mencionar por demás al minucioso e injustamente olvidado William Hope Houdgson (1877-1918). Marino y aventurero, desde su primer relato publicado Un horror tropical supo crear seres abominables que nos ponen los pelos de punta, precursor de la ciencia ficción nos dejó varias novelas de corte fantástico como La casa en el confín de la tierra o Los piratas fantasmas. Así mismo El espectral Walter de la Mare (1873-1956) es un prosista innegable y poeta inefable de fantasmas y apariciones. Herbert Russell Wakefield (1888 - 1964) es un autor desconocido que falta aun por traducir al español, pero que le dio un aporte esencial al género; de él podemos mencionar el cuento La gallina ciega, pieza maestra del horror.

Es sin duda Howard Phillips Lovecraft (1890-1937) el autor que se consagró mas al género, no solo por su fabuloso ensayo El horror en la literatura, manual imprescindible para los amantes del género, si no por la excepcionalidad de sus cuentos, en los cuales encontramos todo un universo de dioses primigenios que intentan dominar la tierra desde su arcaico destierro. Nacido el 20 de agosto de 1890 en Providence, Rhode Island, Lovecraft, influenciado por distintos autores como Poe, Dunsany, Machen, Blackwood, entre otros, logra esquematizar sus cuentos de terror bajo un cosmos y una mitología propia, hoy, universalmente conocida como Los mitos de Cthulhu. Seres y dioses primigenios que intentan dominar la tierra, textos malignos como el Necronomicon, universidades especializadas en las ciencias ocultas como Miskatonick, ciudades siniestras y malditas como Arkam, ambientan sus cuentos en lo cuales, esta mitología o demonología se horroriza a través de personajes huraños y grotescos que realizan ritos y hechizos bajo la mirada rauda de luna en un viejo cementerio, tal y como ocurre en el cuento La declaración de Randolph Carter. Entre sus mejores ficciones encontramos Dagón, El llamado de Cthulhu, El color que cayó del espacio, La sombra sobre Innsmouth, en los cuales vislumbramos todo el mundo Lovacraftviano, que tanta tinta, fascinación y polémica ha derramado, el mismo Jorge Luis Borges le dedicó un cuento en su libro El libro de arena llamado There Are More Things que acompañó con un epilogo en el cual afirmó: “El destino que, según es fama, es inescrutable, no me dejó en paz hasta que perpetré un cuento póstumo de Lovecraft, escritor que siempre he juzgado un parodista involuntario de Poe. Acabé por ceder; el lamentable fruto se titula There Are More Things.” Borges, siempre mordaz y modesto con sus juicios sobre su obra; There Are More Things es un cuento que esta muy lejos de ser lamentable.

Lovecraft, nunca vio un libro suyo publicado, todos sus cuentos se publicaron en un pasquín literario llamado Weird Tales. Fueron los escritores August Derleth y Donald Wandrey, los principales impulsadores de la obra, fundando una editorial que denominaron Arkam House, y en la cual fueron recopilando las novelas, ensayos y cuentos, no solo de Lovecraft, sino que también difundieron en Norteamérica las obras de Blackwood, Machen, Hope Houdgson y muchos otros. Por demás, Lovecraft fue un prolífico escritor epistolar, con ello consiguió una serie de amigos los cuales constituyeron un famoso circulo de escritores de literatura fantástica, ciencia ficción y terror, que prosiguieron con los mitos de Cthulhu. Además de Derleth y Wandrey, encontramos a Clark Ashton Smith, Robert E. Howard, Robert Bloch, Henry Kuttner, Catherine Lucille Moore, Frank Belknap Long; cada uno de ellos dejando un compendio de obras importantes como las narraciones de Conan el bárbaro de Howard, la novela Psicosis de Bloch, o los macabros cuentos Las ratas del cementerio de Kuttner y Los perros de Tíndalos de Belknap Long.

Poco a poco la fecunda obra de Lovecraft fue cobrando una fama inusitada, entusiasmando a miles de seguidores en todo el mundo, dejando una huella indeleble en la literatura y otras artes como el cine, la música, principalmente el rock, y el arte, esencialmente en la obra del artista gráfico y escultor suizo Hans Ruedi Giger.

También el siglo XX abrió sus fauces para mostrarnos otro genial y espeluznante autor: el Belga Camilo Brodsky Bertoni (1887-1964) más conocido por sus seudónimos Jhon Flanders o Jean Ray. Considerado el Poe europeo, Jean Ray, con una prosa aparentemente sencilla, escribió unos de los más sorprendentes relatos de terror, muchos bajo el influjo del surrealismo. Navegante incansable, ladrón y hasta traficante de armas, nos dejó una de las mejores novelas góticas de todos los tiempos en pleno siglo XX, Malpertuis es una magnifica novela de misterios llena de metáforas y símbolos casi indescifrables. Personajes extraños, situaciones absurdas, vampirismo y horrores rosa, singulares perversiones, son usuales componentes de sus cuentos donde los ambientes y los personajes menos pensados pueden sorprendernos con una crueldad inesperada. Son meritorios los relatos Dios tu y yo, El estofado irlandés, El terror rosa o la saga policial, que le dio algo de fama, de un detective de lo paranormal llamado Harry Dickson, siempre comparado al Sherlock Holmes de Conan Doyle.

Un hálito gótico en la literatura colombiana

Dentro de la literatura colombiana son pocos los escritores que se han embarcado en las huestes de lo gótico y lo terrorífico. La violencia se ha convertido en el tema predominante de nuestras letras trayendo con sigo otros horrores, no menos palpables. Sin embargo, encontramos algunos escritores que se han aventurado en los espectrales caminos del terror y lo fantástico, si bien, no de manera exclusiva, si podemos mencionar narraciones de una notable calidad.

Un halo definitivamente gótico perdura en la solemne obra del cartagenero Germán Espinosa (1938-2007). Avezado escritor, tuvo que esperar varios años para que pudiera convertirse en un autor de culto. Su obra, de una particularidad y un trabajo magistral, paso muchos años bajo el manto dominante de lo subrepticio, solo hasta ahora esta empezando a reconocerse y apreciarse. Desde sus primeros relatos en La noche de la trapa, Espinosa elude todo el costumbrismo y el regionalismo dominantes y se avecina a escribir sobre otros temas que van desde la trama detectivesca hasta lo insólito, lo fantástico y la ciencia ficción. La demonología y brujería son temas primordiales que abordó en su narrativa, ejemplo de ello es su novela Los Cortejos del diablo que además de un esbelto juego con el lenguaje, entreteje toda la usanza y la superstición de la inquisición española a manos del inquisidor general Juan de Mañozga y la sociedad Cartagenera del siglo XVII, mezclada con un humor solemne y una riqueza cultural, características de la escritura y la erudición universal de Espinosa que nunca llega a ser presuntuosa; temas que son abordados igualmente en una de las novelas cumbres de la literatura colombiana: La tejedora de coronas.

Publicada en 1982, “La tejedora” es una espléndida historia que nos inmiscuye en un recorrido por el siglo de las luces a través del monologo de la erótica Genoveva Alcocer, una criolla cartagenera que emprende un viaje por Europa y posteriormente por Norteamérica, donde participa con diferentes personajes relevantes de la ilustración. Sensual, científica y filosófica, en esta novela el escritor juega soberbiamente con la poesía y el lenguaje, en la cual encontramos un pasaje que parodia a la naciente novela gótica de este siglo, en un viaje que Genoveva realiza a Alemania instalándose en un castillo donde aparecen todos los componentes góticos que nos recuerdan las mejores narraciones de Horace Walpole y Ann Radcliffe, que de manera recurrente Espinosa utiliza en La balada del pajarillo, otra de sus admirables obras.

Así mismo, bajo la fascinación que a Espinosa le producían los relatos de Poe y Lovecraft, escribió el libro de cuentos Romanza para murciélagos, igualmente con un umbroso toque estilístico que rebasa los limites de la realidad y lo fantástico, mostrando y franqueando otros linderos temáticos en la narrativa colombiana, sendas similares que también recorrió el viajero, escritor y cineasta René Rebetez (1933-1999).

Nacido en Subachoque (Cundinamarca), Rebetez es considerado el padre de la ciencia ficción en Colombia junto con el escritor Antonio Mora Velez, curiosa y lamentablemente tanto la obra de uno como de otro no es muy conocida.

Lector y viajero insaciable, Rene Rebetez recorrió diversas partes del mundo recogiendo experiencias y filosofías que lo llevaron a escribir desde ensayos y libros de mística, esoterismo y pseudociencia hasta relatos fantásticos, de ciencia ficción e inclusive de terror. Lector de Stevenson, Verne, Sturgeon, Bradbury, Asimos, Huxley, Arthur C. y del mismo Lovecraft, junto con Alejandro Jodorowsky en México fundaron la revista Crononauta, primer espacio literario Latinoamericano dedicado a la ciencia ficción, comparable a la Weird Tales donde Lovecraft publicó la mayoría de su obra. Entre sus obras más destacable se incluyen Los ojos de la clepsidra, La nueva prehistoria, Ellos lo llaman amanecer y otros relatos y Cuentos de amor, terror y otros misterios; este último libro de relatos nos muestra algunos de los más alucinantes y representativos de su obra.

Paradójicamente, como un designio de los dioses, el primer escritor de ciencia ficción de Colombia no alcanzó a ver el siglo XXI, murió el 30 de diciembre de 1999 en la isla de Providencia a solo dos días del nuevo milenio.

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Son innumerables los autores y la tinta omitidos en este ensayo, valdría más de una publicación para consignarlos a todos. Lo que si podemos reafirmar es que el miedo, siendo la emoción más antigua y más intensa de la humanidad, conmueve, cautiva y aprehende, carcome los huesos y a la vez fascina. La literatura de terror, con todas sus características ya mencionadas, es una herramienta eficaz a la hora de capturar al lector, de encontrarlo y enfrentarlo no solo con la hoja blanca, pálida como el fantasma de La Mare, si no con toda la cosmogonía de letras, autores y mundos, dejando siempre la sensación de esa búsqueda infinita de lo fantástico y horripilante de la otrora realidad, esa que solo se consigue al pasar una página.

HENRY ALEXANDER GÓMEZ

Bibliografía

  • Lovecraft, Howard Philips. El horror en la literatura. Madrid: Editorial Alianza, 2002.
  • Negroni, María: Museo negro. Buenos Aires : Norma, 1999
  • Los mitos de Cthulhu. Madrid: Editorial Alianza, 1978.
  • Relatos fantásticos. Barcelona: Editorial Vicens Vives, 1999.
  • Hoffmann, Ernst Theodor Amadeus. Cuentos II. Madrid: Editorial Alianza, 1986.
  • James, Montague Rhodes. Cuentos de fantasmas. Madrid: Editorial Siruela, 1988.
  • Lovecraft, Howard Philips. En la cripta. Madrid Editorial Alianza, 2001.
  • Lovecraft, Howard Philips. El clérigo malvado y otros relatos. Madrid: Editorial Alianza, 2001.
  • Poe, Edgar Allan. Cuentos. Barcelona: Editorial Planeta, 1983.
  • Scott, Walter. La habitación tapizada y otros relatos, Editorial Valdemar. Madrid, 2002.
  • Cuentos fantásticos del siglo XIX. Madrid,: Editorial Siruela, 1988.
  • El libro de los vampiros. Barcelona: Editorial Fontamara, 1982.·