domingo, 28 de agosto de 2011

Lanzamiento del libro: "Raíces del viento"

El colectivo literario
La raíz invertida

Invita al lanzamiento del libro:

Raíces del viento
Cinco poetas jóvenes colombianos

Jorge Valbuena - Jenny Bernal - Hellman Pardo - Leidy Bibiana Bernal - Henry Alexander Gómez

Presentación a cargo de Federico Díaz-Granados y Julio César Arciniegas

 Jueves 1 de septiembre de 2011, 6:30 p.m.

BIBLIOTECA DE LOS FUNDADORES DEL GIMNASIO MODERNO
CARRERA 9 NO.74-99
Bogotá, Colombia

Copa de vino


Entrada libre

“Como testimonio impreso o encuentro con lo nuevo y difícil, esta antología de poetas herederos y representantes de los jóvenes aires de las letras nacionales, integra la reproducción, el devenir de la experiencia poética al interrogar en sus intentos y aciertos que deberá dar reconocimiento al lector. Nos encontramos en la presencia de las revelaciones de nuestra diversidad y los inequívocos síntomas de la buena salud por la que pasan las nuevas generaciones”

Julio César Arciniegas


Arquitectura de viento

a la intemperie
siempre a contraluz

          he convertido tus muros en  ocasos
     los amaneceres son tus puertas
las ventanas sordas de la brisa

sólo el tiempo mantiene en el silencio
               la tempestad de su  reloj de arena
sólo la luz busca su orilla
           en el centro del fuego

espero desde el fondo
                     siempre a la intemperie
          en este desierto vacío donde habitas
los espejismos de un recuerdo derrumbándose


Jorge Valbuena (Facatativá, 1985)




Alquimia de un hombre

Un buen día le observas
despojándose de quien se cree es
meditabundo en su mirada de miedo
con ese aliento apagado que produce el vacío
reviviendo cadáveres;
con un credo por camino
y las grietas de sus manos
desviándose entre llagas
que tímidamente bordean su corazón.
Va  conservando su sombra
bebiendo sonrisas.
Amando
porque no hay otra forma
de conducir la lava
hacia esas tierras errabundas
y evocar del aire
el soplo
que espanta la muerte.


Jenny Bernal (Bogotá, 1987)





Entrega (fragmento)

Salvo tus orillas
cruzo tu vientre
                                   traspaso la grieta de tu piel dormida
y soy otoño árido entre tus manos.

Mírame con tus costas donde perderme es una certeza,
mírame con el latido de tus párpados.

La noche se extiende como crótalo
                                                                  por tus muslos de ciudades despobladas    
en este territorio que nos anida
                                                           a un paso de la distancia
a una distancia de nuestros cuerpos
cuerpos de ayer que son ahora
cuerpos de ahora que son actos. 

Soy corriente súbita en tu oído 
tu boca es herida intacta para mi boca
boca sonámbula que advierte tu boca
lengua decidida que predice tus súplicas.

Hay urgencia en este rostro
que te nombra
premura de franquear tus límites inesperados
el frío serpea por tu ombligo
el aire, indeciso, tantea tu abdomen

   Soy frío
soy aire
para toda tu zozobra ...


Hellman Pardo (Bogotá, 1978)





De la angustia

Desaparecer

en el canto verde
de la espera.

Desaparecer
antes de la angustia.

Desaparecer.


Leidy Bibiana Bernal (Calarcá, 1985)





Velo de noche

Vivir la lentitud
                           de la hormiga,
                           confuso
                                        en una ola de arena.
                                                  
               Entre el amor y mi sangre
               hay un silencio de pájaros,
                                    velos
                                    como mareas de hielo
                      bordados
                                       con filamentos de sal.


Alguien ha escrito mi nombre
    en
        una
               roca
                      incendiada
                    
                      con el carbón que tiñe
                                                       lentamente

                      la noche.


Henry Alexander Gómez (Bogotá, 1982) 

El castillo gótico de Horace Walpole

En el denominado Siglo de las Luces, en plena Ilustración, cuando el hombre sueña con someter el mundo a través de la razón y la ciencia, “lo solar se tiñe irremediablemente de la noche”. Son los castillos del excéntrico Horace Walpole quienes inauguran toda una estética gótica que alimentó para siempre los imaginarios de lo que hoy constituye la literatura de horror.
 
“El castillo gótico fue una gangrena en el costado del Iluminismo”, escribió la poeta argentina María Negroni. La cuota sombría de la literatura gótica resulta deslumbrante, no sólo para la cultura popular de aquellos años, sino para el naciente romanticismo y, más acá en el tiempo, para los surrealistas franceses, quienes reivindicaron la novela gótica con un gusto casi perverso. Primero fue la construcción, a partir de 1748, del castillo en Strawberry Hill lo que obsesionó a Horace Walpole, en su gusto dantesco por todo aquello relacionado con la Edad Media. Luego fue la novela que lo llevaría a la fama, El castillo de Otranto (1764), escrita de un tirón después de haber soñado su lóbrega trama.
 
Hoy el término gótico nos remite inmediatamente a lo oscuro, lo macabro y lo terrorífico. Los cementerios, las abadías antiguas, los castillos umbrosos, los bosques embrujados, lo fantasmagórico, la sangre, son algunas de las características de estas obras que marcaron un derrotero bastante importante en la literatura europea. El castillo de Otranto, los estudios coinciden en afirmarlo, es la pieza que origina esta escuela, y en ella entrevemos varios de los imaginarios de la literatura de terror. La historia se construye en un castillo italiano en la alta Edad Media y cuenta una relación de sucesos que ocurren a raíz de una maldición que pesa sobre el principado de Otranto. Manfred, príncipe de Otranto, se ve amancillado cuando su hijo Conrad, a punto de casarse con la princesa Isabela, es asesinado misteriosamente por un yelmo gigante. A partir de ahí la novela nos lleva por una cadena de complots familiares, usurpación de principados, asesinatos, tragedias, identidades perdidas, que se mezclan con toda una serie de hechos fantásticos, como un fantasma que se sale de una pintura, manos y pies gigantescos, espíritus que rondan los pasajes oscuros del castillo o el cementerio, anteponiéndose a la escuela surrealista y, por supuesto, a las tramas policiacas en la literatura.
 
Cuando Horace Walpole escribió esta novela, la publicó bajo el seudónimo de Onuprio Muralto, afirmando que era la traducción directa del italiano de un documento impreso por William Marshal en Nápoles en 1529. Cuando la novela comenzó a leerse y abrazó la popularidad, Walpole preparó una segunda edición donde revelaba su autoría, colocándole a su vez el apelativo de a gothic story, bautizando, sin saberlo, el costado oscuro del Siglo de las Luces.
 
Si bien El castillo de Otranto no hace parte de las llamadas “obras maestras” de la literatura universal, sí es una historia que atrapa desde el primer momento y constituye una narración clásica para todo aquel interesado en la literatura fantástica y, en suma, en la literatura de ultratumba.