lunes, 7 de septiembre de 2009

LETRAS Y ESPANTOS: horror en la literatura

'¿Quién golpea?' 'Yo, quien fuera bella
Más allá de todo sueño para regresar,
Vengo de las raíces de la oscura espina más cercana
Y golpeo la puerta...'

…'¡Oscura es la hora!' 'Ay, y fría.'
'Solitaria es mi casa.' 'Ah, ¿y la mía?'
'Miro, toco, labios, ojos que destellan en vano.'
'Tanto tiempo muertos para mí.'

Silencio. La calma lánguida en el pórtico
Detiene la luz de las estrellas.
Una mano busca a tientas en la penumbra
Sobre
llaves, cerrojos y barrotes.

Un rostro mira con fijeza. La gris noche
En el caos de la ausencia brilló;
Solo había allí un vasto dolor (...)
El dulce seno ausente.

Walter de la Mare (El fantasma-1916)

Por Henry Alexander Gómez

1940 es un año en que la crítica a señalado como trascendental para la literatura Argentina; desde luego, es el año en que Adolfo Bioy Casares pública su célebre novela fantástica La invención de Morel -que fue calificada de perfecta por Borges- y la Antología de la Literatura Fantástica junto con Borges y Silvina Ocampo, en donde Bioy escribe un trascendental prólogo -que ha sido excepcional y numerosamente citado hasta nuestros días-, y donde acuñaría esa frase igualmente citada: “El genero fantástico es tan viejo como el miedo”; frase impresionante si recordamos y la sumamos a la tal vez una de las frases mas dicientes de la literatura, aquella que acuño H. P. Lovecraft en su excelente ensayo –publicado por entregas, en aquella época en la revista Weird Tales y luego póstumamente recopilado como toda su obra por August Derleth y Donald Wandrey- El horror en la literatura: “La emoción más antigua y más intensa de la humanidad es el miedo, y el más antiguo y más intenso de los miedos es el miedo a lo desconocido.” En efecto, si el miedo es la emoción más antigua de la humanidad, la literatura fantástica es tan vetusta como el miedo. No es absurdo afirmar esto si pensamos que la primera forma de explicación por parte de los primeros hombres a lo incomprensible y desconocido fue el mito. Allí entrevemos esa primitiva forma de fabular e inventar las primeras historias fantásticas, perpetuamente adobadas por el sueño y la pesadilla que como dice Lovecraft, les dio a los hombres la sensación de un mundo quimérico e inexistente; mitos y leyendas que en su momento explicaron el origen del universo, del mundo y del mismo hombre, así como los fenómenos naturales más cercanos y todo aquello aún no alcanzaba a comprender; historias que poco a poco fueron transcritas por vía oral y que se incrustaron en las mentalidades de sus descendientes, muchas veces dentro del juego del bien y del mal, dentro de lo fantástico, lo real y lo monstruoso, dentro de la turbación y el miedo.

Así, dentro de la evolución de estas historias y la aparición de la palabra escrita, era muy probable que lo fantástico, y posteriormente el horror, fueran oscilando desde un principio estos textos escritos, precediendo definitivamente a la literatura realista y aglutinándose históricamente para que en la era moderna apareciera dicho género. De esta forma son clásicos fantásticos La Iliada, El asno de oro, Las mil y una noches, La Divina Comedia, o La maravillosa historia de Peter Schlemihl. Pero simplemente es solo a partir de la novela Gótica donde se empieza a cultivar ya el género con unas características particulares.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Para hablar un poco de la relación existente entre literatura y rock: Rock And Roll en la literatura colombiana


Por Henry Alexander Gómez

Las referencias literarias dentro del rock and roll son cuantiosas y sorprendentes. Van desde los álbumes conceptuales de la agrupación canadiense Rush con autores como Gabriel García Márquez o John Doss Passos, pasando por la saga de El Señor de los anillos, referenciada constantemente por bandas alemanas de heavy metal como Helloween o Blind Guardian, hasta Dalton Trumbo y el famoso tema One del grupo Metallica. La lista sería interminable.

De igual forma, existen escritores que han tomado estas temáticas y las han hecho producto frente a sus cuestiones literarias. Dentro de la literatura colombiana, bien podaríamos clasificar una linealidad histórica de ciertas obras narrativas que están asociadas ya sea por su protagonismo juvenil, ya sea por su naturalidad urbana, o porque reverencian y hablan sobre rock. Algunas de estas novelas son: Crónica de tiempo muerto (1974) de Oscar Collazos, ¡Que viva la música! (1977) de Andrés Caicedo, Conciertos del desconcierto (1982) de Manuel Giraldo, Opio en las nubes (1992) de Rafael Chaparro Madievo, entre otras. Estas novelas se caracterizan por manejar un lenguaje fresco y fluido, donde los protagonistas son jóvenes, ladrones, prostitutas, asesinos, que viven en un mundo fragmentado y de crisis, del cual se sienten enajenados. La ciudad, el rock, los bares, el sexo, son temas que confluyen a través de personajes huraños, alcohólicos o adictos a las drogas, exponiéndonos un mundo donde impera el desarraigo, presentándonos una realidad cruenta y violenta, pero que indudablemente la hemos visto escabullirse tras las esquinas, en nuestras ciudades. Sus temáticas, el grado de realidad que manejan, esa crisis de la modernidad que impera en ellas y que tanto se acerca a esa “crisis emocional” que a veces lleva a cuestas la juventud, son de alguna manera atrayentes e interesantes, que conllevan a denunciar ese fenómeno inscrito ya en la cultura colombiana: El Rock And Roll.