martes, 25 de agosto de 2009

Para hablar un poco de la relación existente entre literatura y rock: El legado de Los mitos de Cthulhu


Por Henry Alexander Gómez
No solo la literatura de la Generación beat dejó su legado literario en algunas agrupaciones de rock. La literatura de terror y suspenso también imprimió su sello dentro de estás bandas nacientes de los sesentas y setentas. Basta nombrar la agrupación italiana Edgar Allan Poe que en 1972 decidieron homenajear al maestro del suspenso con un rock enteramente progresivo; igual la agrupación inglesa The Alan Parsons Project en su primer álbum Tales of mystery and imagination (1976), hacen adaptaciones de rock progresivo de algunos textos de Poe como El cuervo, El corazón delator o La caída de la casa Usher. Por lo mismo la agrupación inglesa Iron Maiden en su trabajo titulado Killers (1981), le rinden un homenaje musical al cuento Murders in the Rue Morgue (Crímenes en la calle Morgue) pieza excepcional en el génesis de la literatura policíaca.

Tal vez el autor que más ha tenido influencia dentro de la música y las letras de las agrupaciones de rock y metal es el señor Howard Philips Lovecraft. Nacido en Providence, el 10 de agosto de 1890 y muerto en esta misma ciudad cuarenta y siete años después, este escritor es uno de los primeros personajes en dedicarse enteramente al estudio y la escritura de literatura de horror. Su lúcido ensayo El horror en la literatura, es un análisis y un compendio de los mejores relatos de terror escritos hasta la fecha en que fue escrito. Su obra, en un principio influenciada por Poe y Lord Dunsany, acoge un estilo particular que se desata en toda una mitología propia, una configuración de un mundo quimérico y de pesadilla que hoy en día conocemos universalmente como Los mitos de Cthulhu. Mitos que han cautivado a un sin número de artistas que van desde el artista gráfico y escultor suizo Hans Ruedi Giger, hasta las más disímiles agrupaciones de rock y metal como Necronomicón y Rage de Alemania, Santifier de Brasil, Panzer de España o Nile de Estados Unidos.

Estas agrupaciones, y muchas otras, han tomado los temas, los mitos, el horror, y toda la ficción Lovecraftiana, reescribiéndola e interpretándola a través de un sonido fuerte de cuerdas eléctricas, continuando y homenajeando la obra de un escritor que logró entrever, a través de su prosa y poesía, los más intricados y terroríficos caminos del alma humana.

martes, 18 de agosto de 2009

La Beat Generation y el Rock And Roll

Por Henry Alexander Gómez

Desde que Bill Haley y su agrupación Bill Haley and the Haley's Comets, sacaron a la luz en 1955 el gran éxito Rock Around the Clock, que para muchos es el génesis del Rock, la historia del hombre occidental, en cierta forma, se ha transfigurado. El Rock and roll, con el devenir de las últimas décadas, se ha convertido en uno de los fenómenos socioculturales más relevantes, transformándose en un referente imperativo para miles de individuos en todo el mundo. Casi un sinónimo de juventud, el rock aprehende, transmuta, emociona, evoluciona, conmueve o indigna; ha izado su bandera como símbolo de rebeldía, de protesta, de expresión y en definitiva, de cultura. Desde sus comienzos, el rock, buscando temáticas, interpretando ideologías, acogiendo visones de mundo, se alimentó considerablemente de la literatura, la política, la filosofía, en inclusive la antropología. A su vez poco a poco ha germinado una serie de escritores y novelas que se asocian con los grandes temas del rock y sus vivencias, o que le han rendido cierto culto a sus grandes figuras.

A finales de los años cuarenta y luego durante la década de los cincuenta, en Estados Unidos salen a relucir una serie de escritores, poetas y personajes que luego se conocerían como la llamada Generación beat. Personajes como Jack Kerouac, Neal Cassady, William Burroughs, Allen Ginsberg, con obras como El almuerzo desnudo, En el camino, Aullido, entre otras, encontraron una visión de vida y de las artes en de la manera de desenvolverse en el mundo, en la experimentación con las drogas y otros elementos alucinógenos, y le dieron un halo psicodélico a sus obras llevando al arte a unas esferas poco antes vistas. Así mismo este fenómeno, que poco después se asociaría con la psicodelia, dejó un rubro importante para los artistas y músicos del rock and roll en los años sesenta. Encontramos una relación muy familiar entre los escritores y obras de la Genración beat, que dejaron una influencia notable en las posturas y las letras de las canciones de artistas como David Bowie, Bob Dylan, Janis Joplin, Iggy Pop, Patti Smith, Pink Floyd, Jethro Tull. Talvez uno de los ejemplos más claros de esta época es el de agrupación canadiense Steppenwolf (“Lobo estepario” en un homenaje a Hermann Hesse) que en el año de 1968 acoge por primera vez la expresión heavy metal en la letra de su rotundo éxito Born to be wild, término que provenía de la novela La Máquina blanda de William Burroughs, publicada en 1961, en la cual a uno de sus personajes, Uranian Willy, le da el apelativo de “el chico Heavy Metal”, término que ampliaría tres años más tarde en su novela Nova Express, convirtiéndolo en una metáfora sobre las drogas adictivas. Con ello bautizaban un género musical que iba revolucionar el rock durante los años setentas y ochentas, estableciendose una vez más en un referente importante para miles de jóvenes en todo el mundo.


martes, 4 de agosto de 2009

Proclama de la mesa de literatura y música

Por Henry Alexander Gómez

¡Corred, corred, oh lágrimas nostálgicas
ahogadme, sacadme de este tiempo
llevadme hacia el campo de las estrellas
entregadme de prisa a la luna llena
dadme el lento poder del soneto,
dadme la iluminación de las odas
dadme el cantar de los cantares…!

Vinicius de Moraes

La relación recíproca entre literatura y música es casi indefinible. Los límites en los cuales se entrecruzan son imperceptibles, imprecisos, vagos. Como artes esenciales en la cultura e historia del hombre rebasan sus cauces empapándose la una con la otra. La poesía constantemente se convierte en un profundo hálito que entona algunas notas musicales, y la conjugación de unas notas musicales fácilmente se convierten en un hecho poético. Acaso no encontramos en la historia de la literatura compositores excepcionales como E. T. A. Hoffmann, Felisberto Hernández o Vinicius de Moarés; acaso no percibimos los ecos de un ritmo musical en la poesía de Nicolás Guillen o Jorge Luís Borges; acaso cuando escuchamos las canciones de Bob Dylan, Jim Morrison o Víctor Jara, o la ópera de Richard Wagner, no nos topamos ante un buen poema o una gran historia; acaso no hallamos narrativas intensamente perpetradas por los temas o los acordes de un blues, un rock and roll, un jazz, en novelas como La nostalgia del melómano, Rayuela u Opio en las nubes; acaso no tropezamos con una erótica y traicionera Salomé en Oscar Wilde, Richard Strauss, Héctor Lavoe, Vargas Vila, El gran combo y Cheo Feliciano. El matrimonio entre literatura y música es indudable pero a la vez inefable.

En la mesa de literatura y música (en la cual Cesar Pagano nos regaló una interesante charla sobre esta íntima correspondencia entre música y literatura, enfatizando en ritmos hispanoamericanos como el flamenco, el tango, la salsa o la música protesta, y donde salieron a relucir personajes, artistas y grupos como Bola de Nieve, Federico García Lorca, El trío Matamoros, Fina García Marruz, Pablo Milanés, Ray Brown, Mario Benedetti, Silvio Rodríguez, Juan Manuel Serrat, Leo Brouwer, entre muchos otros) encontramos tres premisas universales a partir de la concepción que la literatura y la música son definitivamente una expresión artística y cultural del hombre en su historia: Estas dos artes deben llevar a cuestas un ritmo, deben ser originales y por lo tanto deben expresar un signo de belleza. De allí que surjan las siguientes palabras:

El hombre puede reproducir mil formas mil veces pero las verdaderas esencias son únicas. El arte no se crea si no se recuerda de un mundo original. El trabajo del artista no es representar el mundo en una obra si no recrearlo. El verdadero arte no es renovación sino innovación. El ritmo debe ir intrínseco en la pluma. El arte es un ritmo imperioso a los sentidos. La belleza es ese arte que debe recordarse. ¿Quién influye a quién? La literatura derrama su cáliz en el vientre indómito del violín, o la música embadurna y enreda esa palabra única, ese verso que nos envuelve en una tarde…