jueves, 30 de junio de 2011

Crónica marciana de una agrupación de rock progresivo


Sobre el planeta rojo –que su profecía nos revela como un desierto de vaga arena azul, con ruinas de ciudades ajedrezadas y ocasos amarillos y antiguos barcos para andar por la arena”.
Jorge Luis Borges,
Prólogo a Crónicas Marcianas de Ray Bradbury

No hay un género literario que más se acerque, parodie e ironice las relaciones humanas en conjunto, como la ciencia ficción. En los laberintos imaginarios de la ciencia un escritor sueña la miniatura de su mundo. Es difícil no aferrarse a las arquitecturas irreales de las diversas sociedades que maquinan autores como Philip K. Dick, Isaac Asimov o Ray Bradbury.

Algo similar sucede con el rock progresivo: se aferra a lo imaginario tanto como un guerrero a su escudo. Las notas escalonadas y sucesivas de su música son alucinantes. Los recursos inagotables. Sus álbumes, muchas veces conceptuales, abren una brecha efervescente bajo la representación de lo fantástico. El progresivo, en el rock, encabeza la comitiva de la genialidad creadora.  

Es por ello que muchas veces la ciencia ficción y el rock progresivo comparten una morada en el mobiliario de lo inconcebible. Y es que no puede haber dos géneros que se maticen más el uno con el otro. Dos niños hambrientos juegan en un museo interminable.

Desde esta perspectiva, la agrupación húngara Solaris, nos muestra un claro ejemplo de que cuando la literatura y el rock and roll se funden, superan los límites de lo imaginativo. Fundada en 1980 por cuatro estudiantes universitarios, la música de Solaris logra articular muy bien el rock progresivo y la ciencia ficción. Su nombre se lo debe al escritor polaco Stanisław Lem y su novela Solaris. Su primer álbum, Marsbéli Krónikák (1984), le hace un homenaje a la serie de relatos espaciales que hilvana Ray Bradbury en su libro Crónicas marcianas (1950). Este disco fue considerado por muchas revistas especializadas como uno de los mejores trabajos progresivos en el período transcurrido entre 1980 y 1995.

Desde la introducción del disco, que inicia con una gama de sonidos hechos a partir de sintetizadores, con unos diálogos “marcianos” perpetrados por una voz distorsionada, nos inmiscuimos en lo que constituye el  estilo de Solaris y en la sucesión de crónicas marcianas que narra instrumentalmente a lo largo del álbum.  A partir de la segunda canción, “Marsbéli Krónikák II y III”, se nos presentan los demás instrumentos de la agrupación. Los acordes y punteos solitarios de guitarras eléctricas y la flauta imperativa, interpretada por Attila Kollar, constituye el sello distintivo de Solaris.

Marsbéli Krónikák nos lleva a un viaje sideral, melancólico en algunos momentos, impetuoso en otros, a través de subyacentes melodías, resonancias y arreglos corales, bajo todo un despliegue instrumental que nos otorga una experiencia alucinante. Temas como “Apokalipszis” o “Legyõzhetetlen”, sencillamente, son inolvidables.

En la ciencia ficción y en el rock progresivo los bastiones se bifurcan dejándonos postrados en una estética casi reaccionaria. El sueño, lo alucinatorio, lo fantasmagórico, nace y se desborda como una metáfora infinita de lo extraño y lo no extraño. Marsbéli Krónikák de Solaris es una prueba irrefutable de ello. 

 
1. Marsbéli krónikák I. (3:34)
2. Marsbéli krónikák II.-III. (6:32)
3. Marsbéli krónikák IV.-VI. (13:15)
4. M'ars poetica (6:39)
5. Ha felszáll a köd (3:58)
6. Apokalipszis (3:44)
7. E-moll elõjáték (0:29)
8. Legyõzhetetlen (2:46)
9. Solaris (4:53)
10. Orchideák bolygója (3:17)
11. A sárga kör (4:54)


Istvan Czigman / electric & acoustic guitar, synthesizer, keyboard efect, percussion
Robert Erdesz / piano, organ, synthesizer, keyboard efect
Laszlo Gomor / drums, percussion, synthesizer
Attila Kollar / flute, recorder, synthesizer, keyboard efect, percussion, vocals
Tamas Pocs / bass

A media voz


Cómo un pájaro ciego que se aventura a surcar una tormenta de arena, nos sumergimos a diario en las profundidades de la red. De umbral en umbral, violando cercas, esquivando vallas publicitarias, y de una manera poco más o menos permisiva, recorremos páginas y portales. Y es en este trabajo matutino que de vez en cuando descubrimos un sitio, un lugar que nos acoge como un hogar de paso, como la sombra de un árbol o una trampa desplegada, que en definitiva nos atrapa y nos corrompe sin tener siquiera la intención de zafarnos.

Esto me ha pasado con A media voz, el mejor portal de poesía que conozco. Una página web en la que me sumerjo a diario, encontrando un montón de grandes poemas y autores de la literatura universal. En una selección minuciosa y con varias de las mejores traducciones, A media voz nos ofrece la lectura de escritores como Rimbaud, Baudelaire, Mallarmé u otros poetas simbolistas; las voces surrealistas de Antonin Artaud, René Char, o Robert Desnos; el canto oscuro de Georg Trakl, Georg Heym, Ernest Stadler y todo el grupo expresionista; los himnos y las odas románticas de Novalis, John Keats o Lord Byron; la poesía latinoamericana de Vicente Huidobro, Octavio Paz, Juan Gelman, o Eugenio Montejo; y varios de los mejores poetas colombianos como Luís Vidales, Fernando Charry Lara o la erótica Orietta Lozano. Sin necesidad de equipaje, podemos realizar un viaje, siempre sorprendente, por la poesía universal.

A media voz cuenta con dos secciones. La primera abarca cada uno de los poetas en orden alfabético. Sólo hace falta pulsar el link que lleva el nombre del poeta para leer en breve una biografía y la selección de sus poemas. La segunda sección funciona de igual manera, pero en ella encontramos los poemas en la voz de sus autores o en la voz de otros poetas.

“Quien se ha sumido en la poesía ya nunca se saldrá”, reza el verso de Vladimir Holan ­–ese gran poeta checo que también palpita en esta página, en la traducción de la poeta Clara Janés. Creo que el individuo que se desborde en este portal quedará anclado a sus páginas como una raíz sin tallo. Habrá de atarse a un mástil, como Ulises, para escuchar la lengua de los poetas y no caer en la locura. La poesía atrae poderosamente.

Y si de pronto nos encontramos con la poeta peruana Blanca Varela y pulsamos en su nombre, podremos leer ese maravilloso poema que lleva como título “A media voz”, para entender por qué esta página le hace un homenaje con su nombre. Podremos entender por qué la poesía es una hoja seca o un viento de ceniza; concluiremos que la lectura de un poema es abrigarse bajo la sombra de un pájaro de agua en una noche mestiza. "Nunca mis pupilas dilataron tanta noche" ha dicho el poeta Hugo Mujica.