La
selva ha alterado sus matices cambiando a una tonalidad azul. El rugido del
jaguar horada cada nota del relámpago en la zampoña. La flor de viento del maíz
siembra sus cicatrices en el corazón de los hombres.
Hace
algún tiempo, en una pequeña reunión con amigos, escuché un sonido que llamó mi
atención. Era una resonancia leve y profunda, nostálgica como un quejido de
tierra y dulce como el trinar de un pájaro. Luego venía un suave arpegio de
cuerdas y una flauta grave como si asediara desde lo más oculto de las
montañas. La canción se explayaba en un coro que emulaba, o eso me parecía, un
ritual ancestral americano. Luego, la abundancia de flautas de caña, pincullo,
zampoñas, quena, charango y el bombo leguero me llevaban a oler, a tocar con
mis manos, las auténticas entrañas de la selva.
No
sólo me informé sobre el título de la canción y quiénes eran los que la
ejecutaban, sino que pedí volver a escuchar el estupendo tema. Los vientos y la
composición eran de William Palchukán, director de la agrupación colombiana
Putumayo, y la partitura llevaba el nombre de “Azul”. La música de este grupo
me dejó sorprendido. Poco después me apresuré a escuchar sus demás trabajos, y
posteriormente pude contactarlos, invitarlos y escucharlos en vivo en el cierre
del Festival de Poesía y Narrativa Ojo en la Tinta, donde hicieron una
presentación formidable.
Putumayo
lleva una tradición de más de 25 años. Fundado en 1985, temas como “Madre
Selva”, “Canción para una flor”, “Ciudad Campo”, y el mismo “Azul”, entre
muchos otros, ya se constituyen como clásicos en el folclore andino colombiano.
Sus discos vienen, por demás, con el excelente trabajo pictórico del maestro
Alfredo Vivero, quien se ha destacado en los últimos años por rescatar las
raíces amerindias de nuestro continente.
En
efecto, el sonido de Putumayo es más selvático que cualquier otra cosa. En su
labor no sólo retoman el trabajo de compositores latinoamericanos como Sandro
Piaguaje o Eugenia Muñoz, sino que cada tema es una íntegra investigación de
las músicas y los instrumentos prehispánicos. Así que, en títulos como
“Katsata” o “Betscanaté”, nos encontramos con experimentaciones progresivas que
crean una atmósfera mítica y ancestral; cada integrante logra desmedirse con
diferentes instrumentos en un virtuosismo atávico.
No
hay nada más agradable que hablar de la propia casa. Como el aullido del mono
silbador, como el lamento de la savia del Itahuba, como el tejido de arena en
la piel de la anaconda, la música de Putumayo palpita en el espíritu de la
selva y las montañas, y nos recuerda que un poco de sangre del Amazonas navega
en nuestras venas.
Por
Henry Alexander Gómez
Promotor
de lectura y escritura
Biblioteca
Pública Parque El Tunal
Putumayo, Encuentro - Colombia - 2008.
Canciones:
1. Madre Selva
2. Azul
3. Sur Tierra
4. Katsata
5. Supongamos
6. Canto de curación
7. El Colibrí
8. Danza Quimbaya
9. Ojos de Cielo
10. Atufado
11. Ciudad Campo
12. Duua
13. Padre Amerindio
14. Betscanaté
15. Caminos de Guaira
16. Caminito real
Integrantes:
William
Palchukán / Dirección / Viento
Jairo
Palchukán / Percusión / Vientos / Voz
Fredy
Velásquez Voz / Vientos
Juan
Carlos Arévalo / Charango / Vientos / Voz
Diego
Mora / Guitarra / Voz / Vientos
Javier
Andrés Mesa / Bajo
Alfredo
Vivero Paniza
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