El ángel herido, Hugo Simberg (1903)
El
poema ha ido llenando con árboles de lluvia el patio del cielo. El insólito eco
de Dios retumba quedamente en las paredes de la casa y el milagro del lenguaje
crea las horas silenciosas para que los ángeles descansen allí de su fatiga.
El
universo poético que envuelve el libro En
el traspatio del cielo (1993), de Rómulo Bustos Aguirre, es extraordinario.
El poeta, consiente de su habilidad creadora, de su oficio todopoderoso como
ingeniero del lenguaje, nos invade con la arquitectura del asombro y edifica,
literalmente, el extraño palacio que se levanta en el techo del mundo, la
hacienda del cielo.
Nacido
en Santa Catalina de Alejandría, Bolívar (1954), Rómulo Bustos Aguirre se
muestra como uno de los poetas más destacados de su generación. Desde la
aparición de su primer libro, El oscuro
sello de Dios (1988), ha dejado clara su habilidad para inmiscuirse en los
misterios del mundo mediante el sencillo uso de la palabra. Su obra constituye
un universo vitalista que interroga la existencia del ser y los objetos, y los
fenómenos que le rodean.
Un
poeta sueña la representación de su mundo. En
el traspatio del cielo es ante todo la sorpresa y la escritura de la
infancia. Con un juego sutil de imaginarios, con la invención de espacios que
simbolizan el cielo de los hombres, con el hálito celeste de los árboles y la
trascendencia de Dios, del patio sagrado y sus “habitantes”; Bustos nos lleva a
la memoria singular de su niñez. Las ensoñaciones de las horas, la fascinación
por las cosas simples, el recuerdo de su hermana y su familia, o el tejido
angular del mundo caribeño.
Un día
Dios sembró un
árbol de agua
para que lloviera
Tomó lágrimas suyas
y las sembró
Y vio Dios que era
buena la tierra del cielo
para sembrar la
lluvia
Y hubo así estaciones
Y cada cierto
tiempo
el viento que agita
las alas de mil ángeles
estremece el árbol
y sus hojas se esparcen
sobre la tierra
Entonces comienza
el invierno
Y nosotros ponemos
ollas y cántaros para recoger
la lluvia
El
libro es también el mito de la creación, la génesis de las cosas. Allí nos
encontramos con un ángel que observa sin asombro los ríos de la tierra en la
palma de su mano, o un árbol que relincha y sueña el sueño de un caballo. Sus
poemas son substancias extrañas y pequeñas, su poesía es la reinvención de los
objetos cotidianos. El cielo es otra forma de la infancia.
Rómulo
Bustos Aguirre ha hilvanado una obra con una solidez impresionante. En ella
vislumbramos la poesía del asombro. Sus otros libros, Lunación del amor (1990), La
estación de la sed (1998) y Sacrificiales
(2003) mantienen en vilo la edad del poeta, la oración de la imaginación
desbordada.
Debo
decir que su escritura me llena de una emoción impar; me colma de una gran
satisfacción el encontrarme con alguien que escribe con su sangre y su
inteligencia. Como Aurelio Arturo, José Manuel Arango, Juan Manuel Roca y otros
grandes de la poesía colombiana, su obra ya hace parte del mosaico de lo que no
habrá de olvidarse.
Por
Henry Alexander Gómez
Promotor
de lectura y escritura
Biblioteca
Pública Parque El Tunal
Bustos Aguirre,
Rómulo. (1993). En el traspatio del cielo. Bogotá: Colcultura.
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