Tratado del alba
VI Premio Internacional de Poesía José Verón Gormaz
"El Jurado quiere
destacar que el libro premiado posee un notable y feliz equilibrio entre
imaginación creadora y pensamiento que permite al autor la construcción de un
rico universo poético, donde la reflexión acerca de la palabra se prolonga de
manera natural hacia aspectos metafísicos, para culminar con lo que podría
considerarse una palpitación renovada de la preocupación social en la poesía".
Teoría
de la luz
Roberto Juarroz
He abierto la palabra amor
y, adentro, encuentro otras
palabras
que no dejan de mirarme
fijamente.
Escojo una de ellas,
le hago también un
orificio,
para ver más adentro en el
lenguaje,
y allí encuentro una
palabra
que se parece al corazón
del mundo.
En medio de las dos mitades
del lenguaje,
sobre la línea que separa
el comienzo y el final,
comprendo que un vocablo,
más profundo
que el abismo de Dios, nos
sostiene.
Todo lenguaje se contiene a
sí mismo,
como toda palabra que
decimos o callamos,
lleva adentro la soledad
del hombre.
Carlos Obregón
Desde adentro de la vida
miro llover.
Miro como quien encuentra la esperanza
sin haberla buscado,
como quien hunde sus manos en la ceniza
de una hoguera nunca encendida.
Llueve sobre la orilla de tus pasos.
Porque tu hondura es la lejanía
de ver el cielo sin poder tocarlo,
el temblor de una oración
sin alfabeto, la vigilia de dormir
sobre una música olvidada.
El leve polvo de tierra
que levanta la llovizna
deletrea tu silencio.
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Lluvia
de sol
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Arqueología
Enterrar una palabra,
esconder su tumba entre las piedras.
Desenterrarla después de muchos años,
quitarle la tierra endurecida,
los restos de polvo,
el óxido,
hasta que brille como una antigua reliquia.
Colocarla en medio de la página en blanco
y estudiar su antigüedad, interpretar su pasado,
descifrar el color original,
establecer su importante papel en la historia.
Incluso admirar su dignidad de estrella olvidada.
La noche sumergida
Mirar
Ver es sumergirse en el terror,
caminar por un jardín
de telarañas
tejidas por la boca del asesino.
Tanto para cerrar los ojos y mirar adentro,
no para apagar lo apagado,
para
poder asesinarnos.
Soñar
Dormir
a un lado
de los cuerpos
mutilados,
aquellos
que no son más
que recuerdo
de la hojarasca.
La herida
del silencio
será
nuestra cubierta.
El paraíso
El desierto está aquí,
a la intemperie.
Sólo porque el paraíso está devaluado,
sólo porque los labios
se tiñeron de una tierra enrarecida
y bajo un precipicio de lunas
asfixiamos el aire.
Intemperie
Abrazar
las cabezas moribundas
y cabalgar
bajo la sílaba del miedo.
Amasar un tañido
de campanas negras
y beber
todo el aire
de los disparos en los muros.
De tanto en tanto,
vamos hollando el mundo.
Oración para Juan
Gelman
Detrás
de vos la noche crece en su latido,
se
sostiene un pajarito que picotea la muerte
y
entona todas las horas que se tuercen en la sed,
e
hila los huesos de un sol demasiado triste.
Vos
sabés lo que dura esa noche,
lo
que mide la tristeza de quien ora y suplica
a
un Dios que ha dejado su cena sin tocar.
Que
tú corazón es la vitrina donde nosotros
guardamos
nuestras bocas, que es la vela sin pabilo
que
intentó horadar el sudor de las voces. Eso vos lo sabés.
Pío,
pío, canta ahora la muerte bajo tu piel. Un pío
no
tan lejano, no tan distante de aquello
que
nombra y llama a los que ya no tienen labios. Piedra
que
me sentás sobre la lluvia, furia que me lamés la carne.
José
Galván ha llamado a mi puerta. John Wendell se reclina
ante
la silueta de un perro que ya no ladra.
Y
ya sin voz, ya sin ojos para escuchar la oscuridad de los caballos.
Aquí
se parte el lápiz y gelmaneamos con palabras
puestas
a secar al sol. Porque Juan Gelman es un solísimo,
solísimo
relámpago del alba. Una paloma otoñal. Un árbol desnudo
que
acuesta su llanto en la hierba para que nosotros
bebamos
su rocío.
Y
el pájaro pía y se despide. Pío, pío dicen las campanas.
Piar
es cosa de poetas, piar es cosa de hombres que respiran
amparados
a los brazos de la madrugada. Como ese amor que regás, como
esa
cuerda con la que atás el mundo, como los rostros de los desaparecidos
que
brillan entre las grietas de cada uno de tus silencios.
Henry Alexander Gómez (Bogotá, 1982). Magister en
Creación Literaria de la Universidad Central y Licenciado en Ciencias Sociales
de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Es director del Festival
de Literatura “Ojo en la tinta”. Ha recibido diferentes distinciones, entre
ellas, el Premio Nacional de Poesía Universidad Externado de Colombia, el
Premio Nacional Casa de Poesía Silva y el Premio Internacional de Poesía José
Verón Gormaz de España por el libro Tratado
del alba (2016).
Otros libros publicados: Memorial del árbol (2013), Segundo
Premio Nacional de Poesía Obra Inédita; Diabolus
in música (2014), Premio Nacional de Poesía Ciro Mendía; Georg Trakl en el ocaso (2018) Segundo Premio IX Concurso
Internacional Bonaventuriano de Poesía; y las antologías Teoría de la gravedad (2014), publicado en Quito, Ecuador y El humo de la noche rodea mi casa
(2017), Colección “Un libro por centavos”, Universidad Externado de Colombia.
Sus poemas aparecen
diferentes antologías y revistas de Colombia y el exterior. Es cofundador y
editor de la Revista Latinoamericana de Poesía La Raíz Invertida (www.laraizinvertida.com)
y docente del Pregrado en Creación Literaria de la Universidad Central.
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