A
razón de lo poco escrupulosos que son algunos medios a la hora de recomendar
libros de poesía, la revista Latinoamericana de Poesía La Raíz Invertida destaca cinco libros de autores colombianos publicados en el año 2015. Una
lista a la que, sin duda, se le pueden sumar varios títulos más, debido al buen
momento por el que pasa la poesía colombiana:
1.
Música Lenta
de Nelson Romero Guzmán
La
obra poética de Nelson Romero Guzmán va en sólido ascenso. Y no es
únicamente los reconocimientos y premios que envuelven su trabajo. Con Música
lenta, nos enfrentamos a uno de los mejores libros de poesía colombiana
publicados en los últimos años. Dentro de una tradición poética conservadora, con
pocos poetas colombianos enfrentados al riesgo, Música lenta abre una
brecha inesperada y poco explorada en la poesía. Reflexivos, antipoéticos, con
saltos al humor o, al contrario, desafiando la condición del hombre, la poesía
se multiplica, alumbra, en la medida que examina intricados problemas del
lenguaje, desde lo humano y lo cotidiano, hasta la domesticación de Dios.
LECCIÓN DE
CULINARIA
Este
ha sido el infierno para una mujer: pelar una cebolla. Las hojas en las manos
se multiplican delgadísimas. Hijos, en el corazón de la cebolla está Dios, decía
mi madre para darse consuelo y consolarnos. Ella no hacía uso del cuchillo,
pues temía herirle el corazón a Dios. Por tanto, el hambre en la casa era la
eternidad. Mi madre no veía la hora en que un ángel aleteara entre sus manos,
por el momento de esa carne comeríamos. Tiempos en que los ángeles, nuestros
guardianes, se transformaban bondadosamente en aves de corral. Pero los tiempos
cambian y eso ya no ocurre, así que un día las cosas empeoraron: nos volvimos
transparentes como las mismas hojas de la cebolla. Fue hermoso, porque a través
de mi hermano veía a mi madre en el punto más lejano del universo pelando sin
descanso esa maldita cebolla. Hasta que llegó al punto oculto del centro donde
estaban las regiones superiores. Pero por desgracia, Dios había salido un rato
del centro de la cebolla. Pobre sirvienta de Dios, mi madre, en los misterios
de la cocina. Lo cierto es que nunca pudimos comer en el Reino. Yo no sabía que
mi madre de tanto pelar cebollas se había convertido una envoltura de cielos
transparentes; algo así como un cielo dentro de otro cielo, y éste dentro de
otro. Recuerdo que no comimos, pero tampoco vimos a Dios. Ahora entiendo que la
demasiada religión es la peor de las culinarias. Por fin quiero vengarme de
todo esto derribando el Araboth, árbol del cielo.
EL
NEGRO
Las
cosas se esconden de sí mismas en el negro. En el negro habita Dios. Sostenido
por las agujas en su centro, nunca puede moverse hacia la claridad. De vez en
cuando –cada diez mil o veinte mil años – se acuerda del hombre y le hecha una
mirada por un pequeño agujero, pero no se arrepiente. Dios oye música lenta. En
esos momentos percibe que él es un centro lleno de centros devorándose. Si
dejaran de devorarse, se borrarían todos los mundos. Sostenido por las agujas,
sin poderse mover hacia ningún lado, en lo negro nunca ha podido verse a sí
mismo, y eso lo convierte para nosotros en un ser invisible. Si por desgracia
un día se hiciera visible, enloquecerían las agujas que lo sostienen,
parecerían los centros que todo lo devoran y el mundo dejaría de existir.
PUERTA 2
Detrás
de esta puerta
hay unos geranios
nevándose,
hay
un hombre
al
que le llueven lágrimas de los testículos,
está
amarrado a otro hombre de espaldas.
Así
empezó todo este desorden,
este
nudo imposible de soltar.
Nadie
ha podido abrir esta puerta.
Los
dos hombres amarrados en el patio
son
los juguetes olvidados
de la
infancia de Dios.
2.
La ruina que nombro de Andrea Cote
La ruina que nombro, libro de
Andrea Cote, nos sitúa en un descubrimiento constante, en el que la nostalgia y
el secreto interior marcan los límites de nuestro devenir. Se trata de una
retrospectiva hacia las misivas, indulgencias y retratos sonoros que han
definido lo que somos, como una suma de respiros intactos que forman una línea
continua; todo está allí incluso lo que a diario queremos olvidar. En este
libro la poesía demarca estos senderos como una forma de contemplación,
haciendo de la belleza una huella constante que crece como un jardín incluso en
los abismos más remotos de la memoria, un inventario de recintos donde aún
llueve, un collage de gestos que nos miran desde la sombra cotidiana, una forma
de asumir soledades ajenas y llamarlas por su nombre.
DE AUSENCIA
Es
para el dios de lo deshabitado
que
se alzan templos invisibles
en
la borrasca del desierto.
Es
para él
que
los árboles enanos inclinan en la arena
sus
ramas
humildes,
fervorosas.
Es
para que no te aferres
que
existe un dios de la ausencia,
señor
del desierto
y
de las cosas que,
como
la sombra,
existen
por la fuerza de la luz que los rechaza.
LA RUINA QUE NOMBRO
Quiero saber qué es la piedra
que tanto me conmueve.
Qué es en verdad
la ruina que nombro.
También
escribir es derrumbarse.
LA RAÍZ
La
tierra
la
insistencia,
y
la flaqueza
también
son cosas que odié.
Recuerda,
hubo
un mal tiempo:
se
agotó la templanza de los montes,
se
doblegó abril,
y
pensamos que esta fuerza
era
impura.
Odiamos
la riada
y
el agua que insiste
y
las ganas que todo tuvo
de
ser río
y
de arrancarse.
Odiamos
las aves que migraron
y
las mujeres bellísimas
que
murieron temprano
Recuerda,
hubo
un tiempo muy malo,
las
aguas rindieron la materia,
y
yo odié.
La
lluvia insistió
y
el agua fue la materia más pesada
y
salió a flote
por
milagro
por
descuido
la
raíz del río,
la
savia del agua,
la
piedra de toque del dolor.
Te
digo:
hubo
un mal tiempo
y
supe así
que
las cosas que odié
también
las quiero de mi lado.
3.
Diario sucio
de Felipe García Quintero
Una
beca. Un país. Una hija. Miles de caminos; o quizá uno solo: la poesía. En Diario
sucio, del caucano Felipe García Quintero, publicado por la Editorial
Germinal de Costa Rica, se desteje el recorrido que hiciera el poeta por México
en el año 2008. Calles, olores, hostales, mundos, almas. Una mano que le
acompañaba de norte a sur, y viceversa: Susana. Un libro de viajes donde se
construye el lenguaje mexicano desde la mirada atenta de García Quintero, su
contemplación poética.
ESTACIÓN DE
CHAPULTEPEC (Fragmento)
***
Viajar
y callar acaso sean las partes constitutivas y complementarias de ciertos
momentos de la vida en la ciudad. Viajar y callar. Temprano los tuve juntos
conmigo.
El
viaje puede contra el ruido clandestino, incluso silencia la misma voz pasajera
del zumbido urbano, y nos deja el paso libre para escuchar a solas el
pensamiento oculto que nace de las imágenes aleatorias del recuerdo o del
entorno más próximo a la realidad, como son los sueños y la imaginación.
***
Cuando
no hay más defensa del mundo y sin otra elección posible, se anda por allí, en
paz y sin nombre, auscultando las cosas con el silencio de la mirada.
Porque
callar sirve de arma para sortear asuntos personales acaso inevitables,
potencialmente ásperos, que indisponen el saludo, alejan la amabilidad y la
cortesía de las buenas maneras, para caer sin remedio en la desatención, la
indiferencia, el sutil y previsible agravio; todo ello hecho sin el menor
interés de causar algún daño o hacer mal.
“Quien
sepa entender mi silencio, sabe entender mi alegría”, escribiste amigo Johann.
Coyoacán, junio 30
EN SILENCIO LA
POLILLA TRABAJA SU MADERO
En
silencio la polilla trabaja su madero.
Semejante
al insecto yo lo hago con esta página
infatigable
y, como la noche, desnuda y honda.
Entre
las pequeñas sombras,
imagino
sus pasos llenos de oscuridad.
¿Ese
murmullo es la soledad roída del lenguaje?
La
presencia del ruido anticipa lo incierto,
el
constante corroer que aún no tiene nombre.
Junto
a mis pocas palabras
estos
residuos sonoros son piedrecillas sobre el papel,
leves
tesoros desenterrados de la calle.
Coyoacán, julio
11
CORRESPONDENCIA
DE LA MOMIA
No
fue la tierra nuestro puerto, por eso el aire de esta orilla prodiga sombra a
la arena perpetua del cuerpo.
Dimos
luz al agua que inundó la mirada y al temblor la carne de todos los sueños.
No
es la tierra sino el aire que nos sembró en el polvo de este gesto: la boca
abierta allí, por siempre, la flor marchita del hambre. Sólo dientes lleva el
grito. También la ceniza late en las manos duras y vacías. Como cristal el
músculo frágil yace sin nervio.
El
gusano de la pupila restalla tras la piedra del tiempo. Como en papel seco, la
sangre sin tinta escribe su mensaje al viento: el miedo de los vivos es la vida de los muertos.
Guanajuato,
agosto 30
4.
Una palabra cada
día de Gustavo Adolfo Garcés
Tiene aire, y es aire que
respira. Que viene de un ascetismo oriental con la luz precisa, con la imagen
contemplada, con la palabra justa y el silencio desbordado. Es un libro que sin
prisa ni distancia, conduce irremediablemente hacia el fondo. Una
palabra cada día también incluye una selección de algunos poemas del
anterior libro de Gustavo Adolfo Garcés, Hasta el fin de los números, que
permite establecer la línea de sólidas brevedades que caracterizan su obra
limpia, emotiva en parquedades, aire en medio de tanta palabra.
NIEBLA
La aldea
se disuelve
en la niebla
no hay sol
ni luz
que la pongan
a salvo
ARAÑA
Todas sus tardes
son lentas
vigila sin pausa
me hechiza
creo que le rezo
ORACIÓN
En la carreta
que remolca el buey
van las montañas
5.
El sol y la carne
de Camila Charry
El
panorama de la actual poesía colombiana cuenta con todos los matices necesarios
para creer que tiene mucho que apostar y qué decir. En un territorio mundial en
el que la lectura de poesía queda delegada a pequeños grupos y a los mismos
escritores, el trabajo de la colombiana Camila Charry Noriega se abre paso como
una lectura que, en conversación con su tradición y con temas recurrentes en
Colombia, aún tiene muchos rostros por descubrir. En su último libro El sol y la carne vemos una construcción
poética que inquieta por las imágenes fuertes que evitan eufemismos, para
mostrar el desgarrador rostro de la barbarie, sin olvidar el elemento estético
del lenguaje. Adicionalmente es un libro que pone su ceño sobre el hombre: el
hombre y su desnudez, el hombre y su patria y el hombre y su reflejo. El sol y la carne se perfila como una
lectura indispensable para quien le inquieta la poesía colombiana, como para
quien habita en el país de la memoria.
POR ESTAR VIVOS
nos
desnudábamos
y
reconocíamos
la
furia en la espesura de la noche
y
era por este apego a la carne
que
día tras día
las
manos quemadas por tanto sueño
arrancaban
de las espinas
la
luz roja de la tarde.
LA
PALABRA HA MUERTO,
sin
ella
¿Cómo
nombrar a Dios?
En
el silencio,
en
la ausencia de palabra
el
mundo flota como una idea
ensombrecida,
virtuosa
y
también Dios,
su
lenguaje hecho de capricho humano
de
humana incertidumbre.
Ahora,
cuando no hay palabra
cuando
el lenguaje abandona
su
servidumbre,
su
súplica, aún digo:
–Dios,
sálvame de tu furia,
dame
luz y sed
protégeme
de mí misma,
aunque
sea haz que en mí las palabras digan algo
traigan
algo
revelen
alguna verdad
si
es que acaso existes–.
BOJAYÁ
Les
trozaron las manos
y
en el pellejo de otros muertos, los labios les hundieron.
Para
comer
después
de tres días
les
llevaron las tripas de sus perros.
Detrás
de los árboles
unos
cerdos esperaban las sobras
las falanges
los tendones quemados
que
aún temblaban
pues las balas
dentro
de estos pedazos de cuerpo,
de
mundo,
seguían
calientes y sacudían la piel partida
por
el plomo final.
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