“Ardiente el
corazón, los miembros yertos,
escalé la
muralla de los muertos;
y pensando en
la súplica postrera
de esa lívida
novia del Misterio,
me perdí en el
profundo cementerio,
porque iba a
robar su calavera”.
“El poema negro”, Claudio de Alas.
Es
difícil explicar el placer oscuro que sentimos al palpar el abrazo del miedo, y
es aún más enigmático, y un poco sórdido, cuando amasamos este gusto al ver el
miedo reflejado en el rostro del otro. ¿Qué de agradable hay en ese escalofrío,
en esa travesía acelerada que hacemos al recorrer un muestrario de máscaras
nocturnas? La angustia y el crimen, lo sobrenatural y el horror, el gélido beso
de la muerte y la fascinación por lo que desconocemos. El espanto es
primigenio, lo llevamos desde siempre grabado con agujas en la sangre.
Entre
nosotros, ¿quién no ha disfrutado de una noche entre sombras ambulantes,
escuchando y narrando historias o leyendas de espantos? Latinoamérica, como un
niño asustadizo, tiembla y se sobrecoge, sus entrañas todavía son bañadas por
las lágrimas de La Llorona o por el aullido aterrador de La Patasola; también
nosotros estamos condenados por la noche.
Es
precisamente de estas historias, de esta ínsula negra que hace parte importante
en nuestro folclor latinoamericano, que se alimenta el álbum Escalofrío de la agrupación venezolana
de heavy metal Gillman. Como antecesores al cuento de terror, los mitos y
leyendas son piezas fantásticas que asombran y que hablan sobre quienes somos
realmente. Desde el norte de México hasta la Isla de Fuego, hemos sido
bendecidos con criaturas obscenas que buscan un refugio en las selvas y los
ríos. El Patetarro, La Madreselva, El Sombrerón, La Bola de Fuego, y muchos
otros, habitan los imaginarios del horror en cada uno de nuestros poblados,
caminos y veredas a lo largo del continente americano.
Escalofrío es un gran
homenaje a estos espantos. Una pieza musical de corte gótico donde conviven El
Silbón, La Sayona, el fantasma del Tirano Aguirre, El Carretón o El Hachador.
Cada canción del disco dedicada a estos seres injuriados por Dios, a estos
féretros del imaginario colectivo, tiene una introducción en la que se narra,
con una voz fúnebre, la leyenda. Luego vienen los rasgueos estridentes de las
seis cuerdas de acero y la desgarrada voz del rockero Paul Gillman.
De
estos temas musicales sobresale uno entre los otros. En los cortes 2 y 3 nos
enfrentamos a la leyenda de “El poema negro”. La historia es más que siniestra.
El poema musicalizado por Gillman nos narra una promesa de amor. Una mujer en
su lecho de muerte le expresa a su amante que en recuerdo de su belleza, le
deja su blanca calavera. Le pide que la robe de su tumba, para así poder
descender del cielo y observarlo a través de las cuencas del cráneo. A la mitad
del tema, la música se suspende y entonces escuchamos el poema negro:
“(…) De su
belleza, que radió cual astro,
no había allí
tan siquiera un rastro.
Era un informe
y corrompido andrajo.
La miré
contristado, mudo, inerte:
medité en los
festines de la Muerte,
y me hundí en
el sepulcro abierto a tajo.
Temblorosas,
tendiéronse mis manos
al inmenso
hervidero de gusanos.
Busqué de la
garganta las junturas:
nervioso
retorcí... Hubo traquidos
de huesos
arrancados y partidos...
hasta que
hollando vil las sepulturas.
Hui miedoso
entre las sombras crueles,
creyendo que
los muertos en tropeles,
levantaban su
forma descarnada
corriendo a
rescatar su calavera,
esa yerta y
silente compañera
de la lóbrega
noche de la Nada...
Eso pasó...
fue ayer... Hoy, en mi mesa,
cual escombro
final de su belleza,
helada, muda,
lívida e inerte,
sobre mis
libros en montón, reposa,
cual una
gigantesca y blanca rosa,
que ostentase
la risa de la Muerte(…)”
Luego
viene el resto de la historia y culmina la leyenda.
Durante
muchos años me pregunté quién era el autor de este poema. ¿Pertenecía al
folclor venezolano? ¿Era de un escritor de la tradición poética venezolana?
¿Acaso Paul Gillman había escrito este pasaje? A falta de documentación y
fuentes al respecto, tuve que conformarme con escuchar la canción cada vez que
podía y aprenderme de memoria los fragmentos del poema que se recitaba. Sin
embargo, la era de la información seguía su curso y el oráculo de Google me dio
la respuesta. Fue una gran sorpresa y una encrucijada conmovedora para mí, el
encontrar que el autor era un poeta colombiano nacido en Tunja en 1886 y muerto
por su propia mano en Buenos Aires en 1919. Su nombre era Claudio de Alas,
seudónimo de Jorge Escobar Uribe.
No
voy a referirme más a Claudio de Alas (es un poeta que merece un texto aparte),
sólo que murió a los 32 años, que es un desconocido en Colombia y que la única
persona que ha escrito recientemente sobre él es Harold Alvarado Tenorio en su
revista Arquitrave. Las moradas subterráneas de algunos autores sólo hacen que
aumenten su propia leyenda.
Hace
ya más de una década que comencé a escuchar una de las agrupaciones más
trascendentales en la historia del rock & roll latinoamericano. Eran mis
años de adolescencia y en la avidez y búsqueda por los anales del metal cantado
en español me encontré con el rockero Paul Gillman. Su discografía desde bandas
como Arkangel es impecable. Con una auténtica naturaleza rebelde y
contestataria, la música de Gillman es un eximio grito Latinoamericano. Y si
alguien quiere sumergirse en una mansión musical del espanto y sentir el
quejido monstruoso de la pena, les recomiendo el trabajo Escalofrío.
Por
Henry Alexander Gómez
Promotor
de lectura y escritura
Biblioteca
Pública Parque El Tunal
Gillman, Escalofrío - Venezuela - 1994.
Canciones:
1.
Escalofrío intro
2.
Relato del Poema Negro
3.
El Poema Negro
4.
Cuento del Silbón
5.
El Silbón
6.
Cuento de La Sayona
7.
La Sayona
8.
Cuento Pez Nicolás
9.
El Pez Nicolás
10.
Cuento del Tirano Aguirre
11.
El Tirano Aguirre
12.
Cuento de El Carretón
13.
El Carretón
14.
Relato del extraño caso de Petare
15.
El extraño caso de Petare
16.
Cuento del Hachador
17.
El Hachador
18.
Escalofrío final
19.
El vagón de la muerte (Bonus Track)
20.
Nada es eterno (Bonus Track)
21. Children
of the Grave (Bonus Track)
22.
Resistiré (Bonus Track)
Integrantes:
Paul
Gillman / voz
Facundo
Coral / guitarra
“Churdy”
/ bajo
Eduardo
Saez / batería
3 comentarios:
Escuché ese disco en el año '94. Tuve el CD hasta que lo reventé de tanto escuchar. Tremenda obra se tiró Paul Gillman. Siempre pensé que era de Andrés Eloy Blanco. Lástima Gillman que sea chavista 🥴
Todos tenemos una ideología, eso no es un defecto, es parte integral de un individuo.
Muchisima razon tienes Arkangel, mancha todo, no puedo disfrutar su musica sin pensar los payaso que es....
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