“Escribir
cuentos es mi único deseo, mi única fuente de felicidad”.
Katherine Mansfield.
He
terminado de leer otra de las publicaciones de la campaña Libro al Viento,
Cuentos para releer, y una vez más me he enfrentado a un libro agradable, de
buena calidad y de formato pequeño, con un gran valor literario. Mediante esta
campaña la Alcaldía Mayor de Bogotá, desde el año 2004, ha distribuido
gratuitamente en toda la ciudad, más de dos millones de libros que van desde
crónicas y cuentos, hasta mitos y novelas. Y es que, de los bogotanos que nos
hemos tropezado con estas publicaciones, ¿quién puede olvidar títulos de Libro
al Viento como Cuentos de Julio
Cortázar, El gato negro y otros cuentos
de Edgar Allan Poe, El niño Yuntero
de Miguel Hernández, Tres historias
de Guy de Maupassant, Radiografías del
Divino Niño y otras crónicas sobre
Bogotá, o toda la saga de Cuentos
latinoamericanos? No sé si sea exagerado afirmarlo pero creo que esta
campaña se está convirtiendo en un patrimonio simbólico para la ciudad.
He
poseído, hojeado y releído el libro Nº 49 de la campaña, que lleva por título Cuentos para releer. Consta de una
antología de relatos preparada y traducida por el escritor Julio Paredes. Una
selección bastante dispar, dada la naturaleza de los autores que la conforman,
pero con un rasgo en común que es señalado en la introducción: “Una fantasía”,
a la cual yo le agrego el apelativo, si me permiten, de “ilustre”, es decir: Una ilustre fantasía.
Entre
las páginas y cuentos que se hallan en este pequeño libro encontramos
personajes que anhelan y guardan en sus pensamientos una ilustre fantasía, que
se convierte finalmente en un deseo irreparable. La aspiración de un monje por
redimir un pecado, como sucede en el cuento “La estatua de sal” de Leopoldo
Lugones, autor que nunca deja de sorprendernos con sus tramas fantásticas, esta
vez retomando la historia bíblica de Lot; el hecho de conquistar un amor o
hacerse conquistar, como les ocurre a los protagonistas de los singulares y
humorísticos cuentos de Horacio Quiroga y Eça de Queirós, “Una conquista” y “Singularidades
de una muchacha rubia”; el deseo imposible de un hombre por trascender, como
acontece en el cuento “El caso de la señorita Amelia” de Rubén Darío, historia
que desemboca en un hecho sobrenatural; y cómo olvidar a la entrañable
Katherine Mansfield y su enfermiza manía de escribir cuentos: en “El viaje”
nuevamente nos sume en la nostalgia, a través del éxodo que hacen una niña y su
abuela tratando de dejar un duelo a sus espaldas.
“La relectura
es una ceremonia y un placer últimamente olvidados” afirma el
prólogo del texto, y estas narraciones sí que vale la pena “releerlas”. Es un
verdadero goce el reencontrarnos con un autor, con una prosa familiar, con una
trama ya conocida, con unos personajes que aparentemente han sido borrados de
nuestra memoria.
Hoy
no sólo recomiendo este libro sino cada uno de la colección de estos vientos de
libro que se han convertido en un referente para una ciudad en donde la lectura
y la escritura, día a día y poco a poco, empiezan a ser protagonistas.
Por
Henry Alexander Gómez
Promotor
de lectura y escritura
Biblioteca
Pública Parque El Tunal
Varios autores
(2009). Cuentos para releer. Bogotá:
Libro al viento, Alcaldía Mayor de Bogotá.
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