Vladimír Holan (Praga, 1905 - 1980)
El
ángel negro de la isla de Kampa
Nadie lo vio entrar en su casa. Era una fría noche de Praga, era un poema tirado a la alacena.
Al principio, con el orgullo herido
y las polillas sacudiéndole los trajes, se acostumbró a vivir con la noche
colgando de su espalda.
Decidió el encierro porque los
hombres sencillos mueren solos.
Con la pupila altamente dilatada,
Vladimír Holan, entendió que las sombras viajan empedradas de palabras. La
piedra oscura había regresado cargada de frutos.
En aquella casa había tanto ruido, tanta
miga de pan en las esquinas.
Se dice que la luz de la ventana
duraba encendida toda la noche, en el resplandor de la vela se diseminaba el
diálogo del mundo.
La claridad no se hacía esperar.
Nadie y todo había en él. La campana detenida por el lápiz, Hamlet conversando
con las ruinas del espejo, la muerte escondida en las catedrales.
Pero los años no pasan en vano. En
la pesada puerta crecía un caballo atado con alambres.
En el instante en que la voz del
ángel deshizo los colores de las cosas, cuando la tierra de los cementerios
colmó de cicatrices las estancias, pronunció estas palabras:
“Kateřina ha muerto. Hoy no ha
venido nadie a preguntar. La casa ha ocultado, al fin, todos sus ruidos.”
Henry Alexander Gómez,
del libro Memorial del árbol (2013)
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