sábado, 28 de marzo de 2020

Poemas del libro La noche apenas respiraba




La noche apenas respiraba, libro del poeta Henry Alexander Gómez, no solo es un testimonio poético de alguien que retrata la vida con palabras escuetas, simples, conmovedoras en su desnudez para contar y cantar el dolor de la guerra. También es el testimonio de un oficio, el oficio del poeta que consagra su mirada para observar allí donde muchos no pueden ver la belleza o la desolación.

Hernán Vargascarreño
Ediciones Exilio



Del libro La noche apenas respiraba (Fondo Editorial Estado de México. Toluca, 2018)




El borracho

“El borracho”, le decíamos. Un soldado
que rezaba a media lengua y disparaba
por la culata de su fusil.

El lanza Ramírez era un puñado de niño,
un medio hombre que intentaba cazar tigres
con la mirada perdida.

En la noche no paraba de contar estrellas.

“Borracho, caiga en veintidós de pecho”,
decía el capitán. “Borracho, usted solo
va a barrer la plaza de armas
y va a brillar la estatua de mi general Mosquera
hasta la madrugada”, le ordenaba el dragoneante.
El sargento Maldonado lo levantaba
a las tres de la mañana con un cubo gigante de agua.

Un día, mientras almorzábamos lentejas
bañadas en quenopodio,
se voló los sesos con su Galil AR 7,62.
Dejó una gruesa pasta de sangre
con pedazos de hueso por todo el techo del baño.

Lo levantaron como se ajusta una puerta caída,
como quien pone una cortina negra
para tapar la ventana rota. 

Pero el borracho, el lanza Ramírez,
                                        no paraba de contar estrellas.

Se quedó en el baño,
espantando con su media lengua
y quemando la lluvia con el hedor de sus sesos.
Se le apareció en el espejo al sargento Maldonado
cuando se cepillaba los dientes. Le cerró la llave del agua
al cabo Zapata mientras se duchaba.
“Te voy a matar, maricón”, dicen que le susurró
al dragoneante Otálora, luego de voltear a un soldado
que lavaba el piso de los retretes.
Con mis huesos tiznados por el estruendo del miedo,
sentí su torpe respiración una noche
que fui al orinal, luego de prestar guardia.

Éramos soldados con el corazón disfrazado 
por la muerte, intentando olvidar el rostro de la madrugada
traspasado por el rojo cañón de nuestros fusiles.

El sargento Maldonado
pidió la baja.
El lanza Ramírez, el borracho,
                                                      nunca paró de contar estrellas.









Gas mostaza    

Un cielo tejido por la lepra
llenó el canal que había en la falda de la montaña
y nos rodeó de punta a punta.
El teniente Rojas disparó varias veces su lanzagranadas
como quien clausura las puertas de un laberinto
donde la hiedra ha perdido el camino.
Las granadas incendiaron la prisión
y la soga del humo nos apretó el cuello
hasta dejarnos desechos los pulmones.
Incluso el aguacero se colaba
debajo de nuestros cascos de guerra
e intentaba encontrar un pequeño orificio
por dónde respirar. 
El infierno tiró al suelo el armamento.
El soldado Orozco le pidió a gritos
a la Virgen María
que le atara el cordón de su bota militar.
El sudor de los fusiles, por primera vez,
me expropiaba del aire
y me cosía los huesos uno por uno
a la risa astuta de la guerra.
Nada quedó a salvo,
ni siquiera las uñas aferradas a las paredes de cal.
      
              —Han dejado de ser reclutas —nos gritó
el teniente Rojas—, se acaban de graduar como miembros
activos de las Fuerzas Militares de Colombia —replicó.  

Despertamos con el uniforme lleno de odio,
              viejos,
como niños expulsados del paraíso,
con una constelación de sombras rotas detrás de las orejas.

Existe en el mundo
un alto riesgo de caer en las cadenas
                        que nos ofrece la victoria.
  
                        Las cosas iban perdiendo su color natural.






De patrulla

Las mujeres
venían desde cualquier rincón
y nos saludaban
con sus pañolones caídos. Fundaban
todo un continente en nuestras vísceras.

      —Yo le pago la que quiera,
soldado Gómez —decía el capitán—,
usted sólo escoja.

El Escalón Rojo era un vendaval de frutas ácidas
moviéndose a lo Héctor Lavoe. Las extrañas
genealogías del amor
crecían desde la barra del bar al lanzagranadas
terciado a mis espaldas.
El humo escarlata
de los cigarrillos se acomodaba en los sillones
donde cada soldado urdía la geometría simple
de los mundos inacabados.

        —Vengo desde atrás de la lluvia —me decía
Maritza y su rímel se propagaba por el aire
hasta llenar de estrellas
cada puesto de guardia en el batallón.







Los 40 ladrones

El largo bastón que traigo de la guerra
sostiene el arte milenario del hurto calificado.

Cada cosa era usurpada en el ejército:
las toallas, las colchas, las cucardas, la munición;
hasta robábamos el aire que llenaba nuestras bocas,
luego de las patrullas nocturnas. 

Aprendimos, desde el primer día,
a dormir con los setenta y cinco cartuchos como almohada,
con el Galil anudado al brazo del sueño,
para nunca perder la costumbre de ser víctima
                                                                          y asesino.

Nacimos, como François Villon, para guardar el mal
en nuestras tiendas de campaña,
para usurparle a Alí Babá cada una de sus sortijas de oro.

No podía ser de otra forma,
vivimos con la certeza de caminar
por el filo de la orilla,
sin ataduras,
o, por lo menos,
con la promesa de robar siempre en el patio donde
Dios habilita todos los comercios. 

Corsarios, piratas, bandidos, lobos de asalto,
somos igual que el mal ladrón crucificado
y condenado por Jesucristo,
a imagen y semejanza de Bonnie y Clyde,
de la raza ladina de Lex Luthor.

No fue Vincenzo Peruggia quien robó la Mona Lisa,
fuimos nosotros, los soldados de Colombia,
que siempre andamos con la sed guardada en los bolsillos,
con una tercera mano
para llegar a donde no nos alcanza la suerte.

Hay verdades que simplemente no son nuestras,
                          pensamientos
                          semejantes a una gradería de piedra
                          en la que se asciende al bajar los peldaños:

igual que la guerra: pequeña metáfora   
                                            que le hurta los ronquidos a Dios.  






Antimotines

I

La diana fue a las tres de la mañana.
Una ducha colectiva nos desvistió del sueño
                                  y la luna
                                  amarillenta
se coló entre las manchas
                        de nuestros uniformes de guerra.

El sargento Maldonado dio la orden
y los soldados marchamos
como moscas
con la bayoneta atada a la punta de los fusiles.

Una nube de fuego aulló adentro de las bocas
aprisionadas por las máscaras antigás.

El lanzagranadas mordió el aire una vez más
y le dio a la madrugada un hechizo de extrema palidez.

Un alud de truenos secos
sacudió el batallón.
Nuestro baile “antimotines”
                                       nombró cada uno de los miedos.

Todo fue inútil,
excepto por que nos acostumbramos a desayunar
Agente Irritante CS con huevo duro y jugo de naranja.


II

Un par de años después,
el peso del mundo o la gran transparencia
me colocó al otro lado de las filas.

La movilización estudiantil,
los conciertos de guitarras eléctricas
y las consignas en la Plaza de Bolívar
me devolvieron el mortífero gas al cual ya era inmune. 

Corrí por la carrera Séptima
huyendo de la sal.
Vi a mis compañeros desaparecer para siempre
                               adentro de las tanquetas antimotines.

Al final,
escuché una voz queda
anunciando mi implacable destierro:

aprendí que la vida
                   siempre viene envuelta en papel de aluminio. 









Río abajo

Nunca, te lo digo,
nunca antes los árboles de la noche
fueron más claros.
El parpadeo de las estrellas
se posó directo en la punta del fusil.
Mi compadre Orozco
atinó a tartamudear alguna plegaria
que quedó grabada para siempre
en un palo de mango. 

Entonces las reses mugieron
como el pájaro que ha perdido la forma
y el color, y descendieron
con el viento amarrado a sus lomos. 

Fueron tres horas montaña abajo,
hasta la orilla del río Camoa.
Tres horas con los labios secos de Dios
silbándonos al oído
la purga de una canción solitaria. 

El agua mojó nuestros pies descalzos,
anestesiados por la semilla del miedo,
pero ya no había caso, digo.

Sólo quedó el río crecido a media noche,
sólo vacas ahogadas,
algunos tiestos buceando la despedida, 
y el aliento de la madrugada
                             que lavaba toda su culpa 
cuatro orillas por encima de los muertos.




Henry Alexander Gómez (Bogotá, 1982). Magister en Creación Literaria de la Universidad Central y Licenciado en Ciencias Sociales de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Es director del Festival de Literatura “Ojo en la tinta”. Ha recibido diferentes distinciones, entre ellas, el Premio Nacional de Poesía Universidad Externado de Colombia, el Premio Nacional Casa de Poesía Silva y el Premio Internacional de Poesía José Verón Gormaz de España por el libro Tratado del alba (2016). Otros libros publicados: Memorial del árbol (2013), Segundo Premio Nacional de Poesía Obra Inédita; Diabolus in música (2014), Premio Nacional de Poesía Ciro Mendía; Georg Trakl en el ocaso (2018); La noche apenas respiraba (2018) Mención Honorífica Certamen Internacional de Literatura Sor Juan Inés de la Cruz y Finalista del Premio Nacional de Poesía del Ministerio de Cultura. Es cofundador y editor de la Revista La Raíz Invertida (www.laraizinvertida.com) y docente en las universidades Javeriana y La Salle.




martes, 10 de marzo de 2020

Comité Editorial La Raíz Invertida





PAULA ARTURO


(Bogotá, 2000). Profesional en Creación Literaria. Fue parte del equipo de profesores en la tercera edición del taller Escritura desde cero impartido por IDARTES y la Universidad Central.  Obtuvo un reconocimiento en el Primer Premio de Minificción otorgado por Escarabajo Editorial y la Universidad Central. Finalista en el Décimo Concurso Nacional de Cuento (2016). Miembro del Semillero de Investigación-creación Makerspace Editorial. Su primer libro de poesía Herbaria recibió mención meritoria. Actualmente se desempeña como librera y hace parte del comité editorial de La Raíz Invertida Revista Latinoamericana de Poesía.

 

 

LAURA MORA



(Bogotá, 2000). Docente de lenguas modernas y codirectora del Colectivo literario La Pedrada.

 

ALEXANDER TORRES


(Duitama, 1983). Estudiante de la Maestría en Creación Literaria de la Universidad Central, Especialista en Pedagogía de la Lengua Castellana y Literatura, y Licenciado en Ciencias Sociales de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. He participado en los talleres locales de escritura creativa de IDARTES 2023 y del Taller virtual de cuento 2023. Taller de Escritores Universidad Central (TEUC) 2011 - 2022 y Taller de creación poética 2011 Casa De Poesía Silva.




HELLMAN PARDO




(Bogotá, 1978). Entre sus premios nacionales de poesía se encuentran: Eduardo Carranza en 2010; Casa Silva en 2011; el Premio del Festival Internacional de Poesía de Medellín en 2014 y el XIX Premio Nacional de Poesía Eduardo Cote Lamus por su libro Reino de peregrinaciones. En 2011 el Ministerio de Cultura le concede la Beca a la Circulación Internacional de Creadores en New York. Ha publicado: La tentación inconclusa, (2008); Anatomía de la soledad, (2013); El falso llanto del granizo, (2014); Los días derrotados, (2016); Reino de Peregrinaciones (2018) y la antología He escrito todo mi desamparo, en la Colección Un libro por Centavos de la Universidad Externado de Colombia. Su novela Lecciones de violín para sonámbulas fue publicada en 2018 por Uniediciones. Miembro fundador de la Revista Latinoamericana de Poesía La Raíz Invertida.






LAURA CASTILLO



(Bogotá, 1990) Abogada de la Universidad Externado de Colombia. En el año 2017 publicó su primer libro Prolongación de la Lluvia, el cual fue ganador del XX Premio Nacional de Poesía de la Universidad Metropolitana de Barranquilla. Fue mención de honor en la categoría de Poesía en el Tercer Concurso de Escrituras Creativas Cuento, Poesía y Crónica de la Red Capital de Bibliotecas Públicas – BibloRed (2014). Hace parte del comité editorial de La Raíz Invertida Editorial. Ha sido incluida en diversas antologías de poesía, entre ellas, Luz sin estribos (poetas colombianos y cubanos nacidos a partir de 1980) y Liberoamericanas: 140 poetas contemporáneas.




HENRY ALEXANDER GÓMEZ
  


(Bogotá, 1982). Magister en Creación Literaria de la Universidad Central y Licenciado en Ciencias Sociales de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Es director del Festival de Literatura “Ojo en la tinta”. Dirigió el Taller Distrital de Poesía Ciudad de Bogotá en el año 2018 y 2019. Ha recibido diferentes distinciones, entre ellas, el Premio Nacional de Poesía Universidad Externado de Colombia, el Premio Nacional Casa de Poesía Silva y el Premio Internacional de Poesía José Verón Gormaz de España por el libro Tratado del alba (2016). Otros libros publicados: Memorial del árbol (2013), Segundo Premio Nacional de Poesía Obra Inédita; Diabolus in música (2014), Premio Nacional de Poesía Ciro Mendía; Georg Trakl en el ocaso (2018); La noche apenas respiraba (2018) Mención Honorífica Certamen Internacional de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz y Finalista del Premio Nacional de Poesía del Ministerio de Cultura. Es cofundador y editor de la Revista Latinoamericana de Poesía La Raíz Invertida (www.laraizinvertida.com) y docente de las universidades Javeriana y La Salle.



JORGE VALBUENA
  


(Facatativá, Cundinamarca, 1985). Es Magister en Estudios de la Cultura con mención en Literatura Hispanoamericana de la Universidad Andina Simón Bolívar, Quito, Ecuador; Especialista en Creación Narrativa de la Universidad Central; y Licenciado en Humanidades y Lengua Castellana de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Es promotor de lectura y gestor cultural.  Ha recibido reconocimientos como el Premio Departamental de Poesía de Cundinamarca en el 2008 por su primer poemario titulado Presos, el Premio de poesía de la Revista Surgente por el poemario Los arados del parpadeo (2008) y el Premio Distrital de Cuento Ciudad de Bogotá (2014). Su obra Péndulos fue reconocida con el primer puesto en el concurso Bonaventuriano de Poesía en 2010, su poema Abismos del silencio fue ganador en el concurso nacional de poesía Palabra de la Memoria y fue finalista del IV Premio Nacional de Cuento La Cueva (2014). Es autor de los poemarios La danza del caído y Pasajera de agua, publicados por El ángel editor, Quito Ecuador, 2012 – 2014, y del libro Árbol de navío, de la Editorial Cuadernos negros, Calarcá – Quindío. Artista formador en los Talleres Locales de Escritura Creativa – IDARTES Bogotá. Profesor de la Escuela de Literatura del Centro Cultural Bacatá de Funza Cundinamarca. Dirige el proyecto cultural Facatativá Literaria.

viernes, 1 de noviembre de 2019

Despega un chicle de la mesa y haz un poema

 

Resultados del Laboratorio de poesía expandida: Despega un chicle de la mesa y haz un poema (dirigido por Alejo Morales y Paula Castillo)

 

Entre febrero y marzo de 2025 se llevó a cabo la versión virtual del Laboratorio de escrituras experimentales Despega un chicle de la mesa y haz un poema, un espacio horizontal donde los participantes jugaron, erraron, desapropiaron, robaron, masticaron, regurgitaron, acariciaron y diseccionaron el lenguaje. Se usaron técnicas mixtas como Black Out, Collage, Cut Up, Videopoesía y Poesía Sonora para intervenir y alterar discursos políticos, archivos históricos y poemas clásicos hasta deshacer el límite entre lo que es y no un poema. Este es el resultado sobre todo textual y visual de lo que se generó en el laboratorio, esperamos adicionen otra fisura más a ese largo muro conservador que ha sido la poesía colombiana, para que veamos la poesía como un objeto desacralizado, que puede exceder el soporte tradicional de la página hacia medios audiovisuales y especulativos, donde incluso las formas barrocas y románticas que heredamos puedan actualizarse y mezclarse con las nuevas tecnologías, sin pretensión de autenticidad, ni genialidad, ni imposición de canon alguno.

                                                                                                  

Estefanía Angueyra

 

La vida es una moneda

Estefanía Angueyra ft. Bing

 

Tengo muchos gases y ruidos estomacales

tengo mareos constantes

tengo tos y me ahogo

tengo mucha sed

tengo miedo

de que algo pase

de fallar en el amor

porque me dan calambres

porque me da hipo

porque se me hinchan los pies

 

Me da un miedo atroz pensar en que se debilita mi interés por todo

Me da miedo andar en bicicleta en la calle

Agárrate de mi mano que tengo miedo del futuro

 

El futuro es hoy, ¿oíste viejo?

Mi cuerpo es

frío

frágil

feo

El dolor no me pertenece

es la culminación del amor

el meollo del asunto

el corazón:

un músculo engañoso

dispuesto con artificio

 

¿Está de moda besar sin enamorarse?

Está de moda el animal print

Está de moda ser cruel

Está de moda ser facho

 

Evil is back

Evil is cool

Evil is my middle name

Evil is when good people do nothing

 

Brillar con luz trémula

Brillar con luz propia

Brillan las criptomonedas

como las pirámides egipcias

células de la abundancia

 

Se desploman las criptomonedas

como los jardines de Babilonia

sin evidencia arqueológica

 

La vida es una moneda

La vida es un casino y tú eres la moneda

 

La vida es como una caja de chocolates

donde los androides sueñan con ovejas eléctricas

y las pulgas sueñan con comprarse un perro.

 

 

Sebastián Pinchao

Grandes Manchas o pequeña agresión a un fragmento de Morada al Sur de Aurelio Arturo.

 

 

En las noches mestizas

[adj. Personas nacidas de padre y madre ________ diferente]

[hombre blanco y mujer indígena, hombre indígena y mujer blanca]

(que) subían de la hierba, jóvenes caballos, sombras curvas, brillantes, estremecían la tierra con su casco de bronce. 

[m. Aleación cobre / estaño / adición de zinc o algún otro cuerpo amarillento rojizo, muy tenaz y sonoro]

/Sonoro/Sonoro/Sonoro

Negras estrellas sonreían en la sombra con dientes de oro.

Personas nacidas de padre y madre ___________ diferente con aleaciones de cobre / estaño y adición de zinc…

 

Después, de entre grandes hojas, salía lento el mundo. 

Algún otro cuerpo amarillento rojizo, muy tenaz y sonoro.

La ancha tierra siempre cubierta con pieles de soles.

(Reyes habían ardidos, reinas blancas, blandas, sepultadas dentro de árboles gemían aún en la LA espesura).

 

Miraba el paisaje, Una vaca sola, sus ojos verdes, el pájaro toche en la rama llena de revolcadas en la noche de luna, la “manzana de miel”. Cuando la luna sesga es como “llamita”.

            Sin grandes manchas.

 

  

 

 

Mariana Morales

 

Generador de poemas: https://gregarious-custard-a60b6a.netlify.app/

 



 

Alejandro Pedreros

 

 



*Black Out hecho de una entrevista a Gabriel Gilinski.

 

*Imágenes tomadas de trabajos fotográficos para Pornceptual 2025

La “imaginación pornográfica tiende a hacer una persona intercambiable con otra y toda la gente intercambiable por cosas.” SUSAN SONTAG, STYLES OF RADICAL WILL 53 (1969).

 

 

 

 

Paola Hernández

 

ENCONTRÉ A JESÚS

 

Encontré a Jesús

en una aplicación de Uber.

Jesús no era rubio.

Jesús no tenía los ojos claros.

Jesús no se parece al Cristo colgado, crucificado sobre mi cama.

Jesús no es ese. Jesús tiene 40,

Jesús es morenísimo, Jesús tiene los ojos oscuros,

nublados de polución capitalina.

 

Le pido a Jesús, casi como una súplica, casi como quien pide un

milagro,

que me lleve al trabajo en 15 minutos.

Me aferro a su chaleco desteñido, a sus caballos de fuerza cansados, zigzagueantes,

evasivos de señales de tránsito.

 

Y me entrego, por primera vez, en la fe

de mi existencia,

de semáforos en verde, de personas que dan paso.

“Jesús nunca falla”, dijo un día mi madre.

Cuánta razón, pensé yo,

cuando Jesús me dejaba a tiempo

en la puerta del trabajo.

 

Son 8 barritas”, me dijo. “¿Tiene Nequi

o Daviplata?”, contesté.

 

 

  

 

Giovanny Bautista

 



Magda Pinilla

 

Código Choi

MUJER

MUERTE

ABISMO

CARNE



Significado

 

Entraña de fuego, organismo intergaláctico, carne trémula, ser de la apertura, conmoción eléctrica, 

 

Boca siniestra del sueño, terminación del dolor, corrupción de la carne.  

 

Vuelo extendido que se experimenta en la caída o el fracaso; vértigo de la existencia, laaaaarga agitación  

 

Órgano del deseo, cálida humedad muscular; aproximación a la muerte por lujuria, portal de la fusión de los cuerpos 

 

 

 

Véase también 

diosa, pecadora, ondulación, abismo, expansión, Femme fatale, Lilith, natura, hermana, hada, bruja, puerta, otredad, vida, universo, florecimiento, perpetuación, herida, misterio inalcanzable, amante, muerte

Pulsión, tránsito, parca, dama oscura, beso fatal, nacimiento, puerto final del Aqueronte, olvido, condena, disolución, carta extraviada

Agujero de gusano, infinito, vacío, dolorosa caída libre , más allá, arcada eterna, mundo real 

Beso, volcán, profundidad, piel interna y externa, sangre efervescente, temblor del sexo, organismo táctil, capullo, alimento

 

Origen

Proviene del latín mulier: “blanda, líquida”, hecha de mar, fluido incoloro, fuerza imbatible

Proviene del griego “Tanatuos”, hermano de Hipnos, dios del sueño; dormirse, soñar y no despertarse. La más grande de las certezas

Del latín abisus, que significa "profundidad" o "infierno”, “muerte”. Los peces del fondo olvidaron que la vida ya no está. Andan a ciegas buscando a la muerte. 

Del latín caro y del protoindoeuropeo ker que significa "cortar". El corte del papel en el dedo, tu carne en mí, déjame entrar.

 

Sueños de ser

 

Ella misma, tierra húmeda, 

Nuevo comienzo, el final

Escapar de ella

Bungee jumping, caer en él…

Pan, lava, espíritu, etérea, pensamiento 

 

  

 

Diana Carolina González

 

 

Walking around inside me

 

Sucede que me canso de ser hombre estar
Sucede que entro en las sastrerías y en los cines
marchita, impenetrable, como un cisne de fieltro
navego
ando en un agua de orín, gen en mi ceniza.

 

El olor de las peluquerías me hace llorar a gritos.
Sólo quiero un descanso de piedras o de lana,
sólo quiero no ver establecimientos ni
jardines,
ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores.

 

Sucede que me canso de tus mis pies de cortarte las y mis uñas
y mi pelo y mi sombra.
Sucede que me canso de ser los hombres.

 

Sin embargo sería delicioso
asustar a un notario con un lirio cortado
o dar muerte a una monja con un golpe de oreja

a tu oreja

 

Sería bello
ir por las calles
con un cuchillo verde
y dando a tu gritos hasta morir de al
frío.

 

No quiero seguir siendo tu raíz en las tinieblas,
vacilo ante, extiendo endido, tiritando de el sueño,
hacia abajo, tusen las tripas mojadas en de la tierra,
absorbiendo y pensando, comiendo cada día.

 

No quiero para mí tantas desgracias.
No quiero continuar de raíz y de tumba,
de subterráneo solo, de bodega con muertos
ateridos, muriéndome de pena.

 

Por eso el día lunes arde como el petróleo
cuando me va
e a llegar con mi cara de cárcel,
y aúlla en su transcurso como una rueda herida,
y da pasos de sangre caliente hacia la noche.

 

Y me empuja a ciertos rincones, a ciertas casas húmedas,
a hospitales donde los huesos salen por la ventana,
a ciertas zapaterías con olor a vinagre,
a calles espantosas como grietas.

 

Hay pájaros de color de azufre y horribles intestinos
colgando de las puertas
hay dentaduras olvidadas en una cafetera,
hay espejos


que debieran haber llorado de vergüenza y espanto,
hay paraguas en todas partes, y venenos, y ombligos.

Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos,
con furia, con olvido,
paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia,
y patios donde hay ropas estoy colgadas de un alambre:
calzoncillos, toallas y camisas que lloran
lentas lágrimas sucias, las casas que odio

Deja tu dentaduras olvidadas en la cafetera

Los calzoncillos, las toallas y camisas

Vete desnudo.