lunes, 26 de diciembre de 2011

El legado trágico de Edgar Allan Poe


En el año 1999, un joven alemán de veintidós años lograba reunir a varios de los mejores músicos del power metal en un proyecto llamado Avantasia. Tobias Samment era el soñador y gestor de esta ópera rock que convocó a músicos de la talla de Michael Kiske, Kai Hansen, André Matos, Sacha Paeth, y otros. Hoy en día, el proyecto Avantasia sigue creciendo, teniendo en su haber siete trabajos discográficos de una calidad musical asombrosa.

Siguiendo este ejemplo, y el de otras óperas rock europeas, en España, en el año 2008, Joaquín Padilla y Jacobo García se sumergen en el proyecto de realizar la primera ópera rock de la historia musical española. El resultado fue un disco extraordinario que lleva por título Edgar Allan Poe. Legado de una tragedia.

Y quien más que el mítico Edgar Allan Poe como pretexto para realizar esta ópera magna. En Legado de una tragedia, a través de un trabajo magistral de melodic power metal, se hace un recorrido por la vida y obra del escritor norteamericano. En este disco se entremezclan personajes como Aguste Dupin, el Cuervo o el Gato Negro, con personificaciones de la muerte y la tuberculosis. Edgar Allan Poe, quien lógicamente es el protagonista de la ópera, es representado por Leo Jiménez (Saratoga y Stravaganzza), y lo acompañan individuos que rodearon su vida como Virginia Clem, John Allan, Charles Dickens, entre otros. Todo comienza en el momento en que un sepulturero del cementerio de Baltimore se encuentra con un gato, quien alberga el espíritu trasegado de Poe. Dividida en dos actos (“Crepúsculo” y “Ocaso”), el gato, o Poe, narra la fábula trágica de su vida y recrea algunos de sus trabajos literarios.

Esta obra es interpretada por 21 cantantes y 50 músicos de varias de las mejores bandas del hard rock y heavy metal de habla hispana. Cantantes como Tony, de Sangre Azul; Carlos Pina, de Pánzer; Patricia Taipa, de Nexx; y músicos como Ángel Arias, de Barón Rojo; Pablo García, de Warcry; Jorge Salán, de Mago de Oz; Paco Laguna, de Obus; Manolo Arias, de Ñu y Niágara, hacen un trabajo excepcional, logrando recrear la atmósfera atormentada y oscura que rodea al genio de la literatura norteamericana.

 Debo confesar que la primera vez que escuché este trabajo, no pude dejar de albergar una lágrima de emoción en mi rostro, al encontrar reunidas, tan espléndidamente, dos pasiones que me acompañan desde hace tantos años. Los que me conocen, creo, no pueden dudar de mi admiración por la obra de Edgar Allan Poe y mi devoción obsesiva por el heavy metal en español.


Por Henry Alexander Gómez
Promotor de lectura y escritura
Biblioteca Pública Parque El Tunal

Edgar Allan Poe. Legado de una tragedia - España - 2008.

Canciones:
1. Crepúsculo
2. Gato negro
3. Atormentado
4. Preludios nocturnos
5. Encontrar mi sangre
6. Delirios de amor
7. Visionario
8. El Cuervo
9. Mar adentro
10. Falsas esperanzas
11. El péndulo
12. Reinando en su propio mundo
13. Adiós amor
14. No quiero morir
15. Embriagado de dolor
16. Fe sin dios
17. Alma errante

Integrantes:
Vocalistas:
Leo (Stravaganzza) – Edgar Allan Poe
Toni (Sangre Azul) – La Muerte
Fernando Garcia (Victory, Godiva) – Talento de Poe
Joaquin Padilla – Conciencia
Patricia Tapia (Nexx) – Virginia (esposa de Poe)
Beatriz Albert (Ebony Ark) – Tuberculosis
J.F. Bejarano (ex Cuatro Gatos) – John Allan (tío de Poe)
Lele Laina (Topo) – Dickens
Jose Luis Jimenez (Topo) – Dickens
Oscar Sancho (Lujuria) – Tabernero
Alfred Romero (Darkmoor) – Marcel Hölle. Enterrador
Nacho Ruiz (Arwen) – Coronel del ejército
Elisa C. Martin (Dreamaker) – Marie Louise Shew
Dani Aller (Ars Amandi) – Soldado del ejército
Michel Molinera (Stafas, Canallas) – Borracho
Arancha (Stafas) – Prostituta
Ignacio Prieto (Atlas, Eden Lost, Reina de Corazones)
Auguste Dupin / Jacobo Garcia – Padre de Poe
Kiko Hagall (Inn Trance, ex Beethoven R) – Reverendo Brandsby
Carlos Pina (Panzer) – Charles Fenno Hoffman / Falaise
Jans Cercueil – Enterrador 2

Carlos Espósito (Stravaganzza), Javier Martín (ex Antigua) y Kike Enriquez / batería
Angel Arias (Barón Rojo), Niko del Hierro (Saratoga), Augusto Hernández (PielyHueso, ex Hamlet), Daniel Criado (XXL), Rafael Requena (Dr. Snake) y Jacobo Garcia / bajo
Pablo Garcia (Warcry), Jorge Salán (Mago de Oz), Paco Laguna (Obus), Carlos (Mago de Oz), Jero Ramírez (ex Saratoga), Manolo Arias (Ñu, Niagara), Luis Cruz (Topo), Juanjo Melero (ex Sangre Azul, Universo Violento), Ruben Villanueva (Ebony Ark), Abel Franco, Paco Moreno (Ars Amandi) y Mario García / gitarra
Hugo Bistolfi (Rata Blanca), Javi Diez (Arwen), Daniel Serrano (Nonno) y Juan Guruceta / teclados

Henry Alexander Gómez



Henry Alexander Gómez


Bogotá (1982). Profesional en Ciencias Sociales de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas y estudiante de Maestría en Creación Literaria de la Universidad Central. Es director del Festival de Literatura “Ojo en la tinta”. Su libro Cartografía de la luz ganó el XXVI Concurso Nacional de Poesía Universidad Externado de Colombia; con el libro Georg Trakl en el ocaso fue Segundo Premio del IX Concurso Literario Bonaventuriano de Poesía; ganador del Concurso Nacional “La poesía de la vida cotidiana” - Casa de Poesía Silva.

Ha publicado los libros Memorial del árbol (2013), premiado en el IV Concurso Nacional de Poesía Obra Inédita, Diabolus in música (2014) Premio Nacional de Poesía Ciro Mendía y Teoría de la gravedad (2014), Mención de Honor en el I Premio Nacional de Poesía, Festival Internacional de Poesía de Medellín,  publicado en Quito, Ecuador.

Sus poemas aparecen en los libros Raíces del viento (2011), en la antología Postal del oleaje: poetas nacidos en los 80. Colombia-México (2013), y en diferentes revistas de Colombia y el exterior. Hace parte del comité editorial de la Revista Latinoamericana de Poesía La Raíz Invertida (www.laraizinvertida.com).






En el lomo de la vaca el viento revuelto en un sudario de espumas

Eran las mañanas y las tardes. Solía acompañar a mi abuela Ana
a llevar y traer las vacas, del establo al potrero y del potrero al establo.

Íbamos por la mitad del pueblo arreando las vacas
que eran como dedos gordos de Dios.

Yo y mis cinco años y la rama de un árbol haciendo de fusta.

El sol trepaba por las manchas azules de las vacas y en su paso torpe
un aliento desconocido empozaba la sílaba del sueño.

Las piedras, las crestas de los árboles, un puñado de maderos y sus cercas.

Verlas pastar era echar boca adentro toda la paciencia del aire,
como hundir una luna en un enredo de hierba.

Y en los ojos de las vacas un vacío de luz, un misterio lerdo que latía en cenizas
sobre el corazón lento del día.

Mis cinco años, mi abuela Ana y las moscas abriendo huecos
en las primeras sombras de la tarde.

Entonces la vaca Golondrina se fue de bruces al río.
El hechizo del agua le llegó como una soga que halaba su carne
en una cadencia sin tiempo.
Era de ver su júbilo corriendo entre las formas del torrente. Mugía y su voz era un tambor que trenzaba mi garganta. Un fósil nacido en lo más hondo de la vocal del mundo.

Corría la vaca por el río y mi abuela la seguía desde la orilla,
entre los pastos largos y mojados,
llamando desesperadamente su bovino. Cuidado de no ahogarse la vaca loca.

Mis cinco años arreando el sueño de loco de mi abuela Ana. En el lomo de la vaca el viento revuelto en un sudario de espumas.

Hará tiempo de aquello. El río arrastrando esqueletos húmedos de hojas y trastos vegetales, llevándose consigo mis cinco años y las alas invisibles de la vaca Golondrina,
en una ceremonia de bocas abiertas a los muslos de la nada. Navegaba ahora
hechizado el ocaso en una brisa de peces muertos.

Dicen que las vacas
se parecen a los sueños de los hombres tristes, no dejan de rumiar su soledad
en cualquier balcón desvencijado de la vida. En el mañana
o en el ayer, es floración la noche cerrada.

A la orilla, sobre la piedra bañada, boquea todavía la vaca Golondrina
tragando tajos de luz. Muge mientras puede.



De libro Memorial del árbol


El ángel negro de la isla de Kampa

Nadie lo vio entrar en su casa. Era una fría noche de Praga, era un poema tirado a la alacena.
Al principio, con el orgullo herido y las polillas sacudiéndole los trajes, se acostumbró a vivir con la noche colgando de su espalda.
Decidió el encierro porque los hombres sencillos mueren solos.
Con la pupila altamente dilatada, Vladimír Holan, entendió que las sombras viajan empedradas de palabras. La piedra oscura había regresado cargada de frutos.
En aquella casa había tanto ruido, tanta miga de pan en las esquinas.
Se dice que la luz de la ventana duraba encendida toda la noche, en el resplandor de la vela se diseminaba el diálogo del mundo.
La claridad no se hacía esperar. Nadie y todo había en él. La campana detenida por el lápiz, Hamlet conversando con las ruinas del espejo, la muerte escondida en las catedrales.
Pero los años no pasan en vano. En la pesada puerta crecía un caballo atado con alambres.
En el instante en que la voz del ángel deshizo los colores de las cosas, cuando la tierra de los cementerios colmó de cicatrices las estancias, pronunció estas palabras:
“Kateřina ha muerto. Hoy no ha venido nadie a preguntar. La casa ha ocultado, al fin, todos sus ruidos.”







Hay soles que caen

Un ángel juguetea en el ramaje del árbol.

Es tan grande el abismo,
y tan silencioso el techo del mundo,
que nos abraza la pesadumbre,
y bebemos aguardiente,
                                                    y lloramos,
porque no entendemos
cómo Dios juega con sus dedos de piedra
entre las hojas del álamo.



De libro Diabolus in música  



Johnny Cash

Enterré el puente de mi guitarra en el aire, sacudí las polillas de mi sombra y cultivé el vapor de la música sobre el heno de los días, a un lado de la carretera, donde los mundos se fecundan.

A Hellman Pardo



Jim Morrison

Desde lo alto de una duna dejo caer un cuenco que rasga un aire extraño que acecha mi presencia. Ancianos ángeles amasan mi saliva con arena. ¿Quién acompañará mis huellas para descifrar el verdadero rostro de la luz?

Romper el cristal. No hay noche más fría. El nombre del desierto me persigue. Las puertas se derrumban.

Con el hueso roto del coyote buscaré mis años perdidos junto a un demonio que trepa por el antiguo imperio del cielo.




Janis Joplin

Inútil es viajar entre el olor de la ceniza, sepultar amapolas en las mandíbulas del ángel ciego.

Canción de la infancia: fumar el opio de la piel y beber la última gota de un blues de la botella más oscura de un bar de Louisiana. El pulmón amordazado mientras el gramófono suena a Bessie Smith o a Billie Holiday.

Una huella descalza la delata, la delata su sombra transparente.

Hurga una grieta en la penumbra. Descúbrete impedida para contar la multiplicidad de las nubes de tus dedos.

Es bello vigilar desnuda al sol cuando anochece: la orgía de su voz baja cóncava al interior de la tierra.


John Bonham

En el grito del árbol encontrarás la semilla. Mi escritura viaja al galope del viento entre los cascos del caballo. Esta tierra se adelgaza ante el trueno del agua en el pecho de un pájaro.

He dejado al granizo sin aliento.




Pappo Napolitano

Me reconozco en el polvo del adiós, en las piedras errantes: con un hilo de viento me hice un collar de caminos.

Dejo el diapasón de mi guitarra bañado por un rumor de flores vestidas por la lluvia. Dejo mi amada Harley Davidson con la que probé el peso de la fe y la pulsación de la muerte. Hay una canción de espejos y lumbres al final de la autopista.

Nada vale más que un viejo blues cortejando las voces aromáticas del sueño.




De libro Cartografía de la luz   


Caída

Estos pasos huyen
          como piedra lanzada al precipicio.

Me he desplomado muchas veces,
                            
          pero solo me existo
                                              contemplando la luz
                                                                         de mis heridas.  


Bosque

Las hojas tiemblan el aire,

                                       y en el vacío de Dios,
                                                                        humedecido, 
                                                                                    

                                       talo tu nombre.




"En un silencio de pájaros, con las angustias servidas en un plato a la hora de la cena, igual que un cazador de sonidos, Henry Alexander escribe en busca de los espejos que puedan reflejar la noche y la soledad sobre el cuerpo. En esta ocasión ofrecemos una muestra de poesía, donde la muerte susurra un ritmo de ausencias y la bruma permite seguir dibujando el camino hacia la memoria."


 Stephanie Alcantar


http://www.laotrarevista.com/2013/12/henry-alexander-colombia-1982/