martes, 23 de noviembre de 2010

El infierno está en otra parte


Mucho se ha hablado de la obra pictórica del austriaco Alfred Kubin (1877-1959). Sus dibujos a pluma y a tinta china son opresivos, salvajes, extremadamente oníricos. El lenguaje de la pesadilla se hace mucho más explícito cuando observamos sus seres deformes emergiendo de la profundidad de una noche; cuando su teatro de arañas, de demonios, de serpientes, de esqueletos, de gusanos, inicia su muestrario de orgías y de horrores, y se arroja sobre las frágiles víctimas, de las cuales hacemos parte los desprevenidos observadores que no sabemos qué interpretar, a ciencia cierta, de aquellos cuadros.

Kubin fue un gran expresionista. Pero lo que también quiero resaltar aquí es su trabajo como escritor y, en especial, su novela La otra parte. Considerada por muchos como una de las grandes piezas de la literatura fantástica en lengua alemana, recibió la admiración de escritores como Hermann Hesse o Franz Kafka, en cuya novela El castillo, tuvo una influencia decisiva.

En una fuerte crisis de inspiración pictórica, Kubin escribió esta novela para luego publicarla en el año 1909. Su argumento bien podría salir de una historia de Las mil y una noches. Todo comienza cuando un dibujante, un alter ego de Kubin, recibe la extraña visita de un enviado de un antiguo compañero de escuela, ya casi olvidado. El enviado le narra la inverosímil historia de cómo Claus Patera, su antiguo compañero de clases, por azares de la vida, logra hacerse con una de las fortunas más grandes del mundo, y en un propósito increíble y desfasado decide edificar una nación-experimento a la cual le hace llamar “El país de los sueños”. Este país se encuentra sobre un terreno que compró Patera en medio del continente asiático, tiene una capital de nombre Perla y, como asegura el visitante, cuenta ya con sesenta mil habitantes. Patera, a través de su enviado, le hace la invitación al dibujante para que deje todas sus cosas y se vaya con su esposa a vivir al país de los sueños.

En la primera parte de la novela, el protagonista nos cuenta cómo es Perla, la capital del país de los sueños, y la obsesión de Patera de dejar todo avance tecnológico del hombre atrás; nos cuenta cómo todas las casas, y en general todas las cosas de la ciudad, son de segunda mano traídas de diversas partes del mundo; cómo la ciudad está rodeada por un inmenso muro donde se restringe la entrada y salida de las personas, y cómo está constituida la vida social de este claustrofóbico y gris experimento.

La segunda parte es literalmente un descenso a los infiernos. Presenciamos la destrucción de Perla, que es asediada por toda clase de catástrofes, enfermedades, plagas y hostigamientos. La novela se convierte en una sucesión de hechos que dan una sensación de pesadilla y locura con elementos surrealistas y fantásticos; tal y como lo observamos en los dibujos de Kubin que, a propósito, ilustra el libro con imágenes que le otorgan un agregado de terror aún más agudo.

Igualmente, la figura de Claus Patera se convierte en un ser fantástico, cercano a un dios, que parece manejar y decidir cada uno de los destinos de los habitantes del país de los sueños. El dibujante constantemente solicita una entrevista con su amigo de la infancia, pero éste nunca se deja ver en persona. Lo que nos recuerda al campesino que pide ser admitido por la ley en el conocido relato de Kafka.

La otra parte, sencillamente, es un relato orgiástico, onírico y violento, que no deja de sorprender a cualquier lector que ose introducirse en sus páginas.

Por Henry Alexander Gómez
Promotor de lectura y escritura - Biblioteca Pública Parque El Tunal